Por Luis Antonio Hernández*
En medio de polémicas, las más de las veces generadas por él mismo, sus dichos, acciones y decisiones, se cumple el primer año de las elecciones que le dieron el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.
Doce meses en los que hemos atestiguado una singular manera de gobernar y ejercer el poder.
A la natural mutación de candidato a gobernante, han continuado un sinfín de transformaciones que día a día siguen sorprendiendo a propios y extraños, incluso a los miembros de su núcleo más cercano.
Del político demócrata, juarista y laicista, que nos dejó conocer en campaña, hemos transitado al dirigente mesiánico, de decisiones unipersonales y consultas a mano alzada, que supone conocer el sentimiento, necesidades y aspiraciones de la mayoría de una sociedad plural y diversa como es la mexicana.
Un presidente que si bien durante sus primeros siete meses de gestión, ha emprendido un combate sin igual contra la corrupción y los privilegios de la burocracia dorada, también se ha excedido en la aplicación de estrategias de control y austeridad llevándolas a limites que comprometen la gobernabilidad y el bienestar social del país, afectando inclusive a muchos de quienes cifraron sus esperanzas en la 4T.
La cancelación del nuevo aeropuerto internacional de la CDMX, recortes excesivos al gasto y estructura del gobierno, despidos masivos de trabajadores, recortes a estancias infantiles, freno a las adquisiciones del sector público, en rubros tan sensibles como la salud, son tan solo algunas de las decisiones que hoy retratan el talante y vocación del nuevo gobierno.
Al correr de estos primeros meses, además, se ha fortalecido en la escena pública, la influencia ideológica y espiritual que sobre el primer mandatario tienen la Biblia y los textos del escritor de origen ruso León Tolstoi, así como los principios y valores de la iglesia evangélica, fuentes de las que cotidianamente retoma frases e ideas para incorporarlas en su discurso y programa político.
Un ejemplo de esta ascendencia es que la implementación del proyecto moral y ético del actual gobierno, resumido en la cartilla moral, de Alfonso Reyes, estará a cargo de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas y Evangélicas (Confraternice).
De acuerdo con datos del INEGI, los evangélicos representan el 7.4% de la población, poco más de 8 millones de feligreses, que contrastan con los cerca de 92 millones de mexicanos que pertenecen a la Iglesia Católica.
A 365 días de distancia de su victoria electoral, y a pesar de que durante este periodo, su aprobación y calificación han disminuido, el Presidente López Obrador, aún conserva un amplio respaldo popular
Producto sin duda de una estrategia focalizada de comunicación y adoctrinamiento, dirigidas especialmente a sus aliados y simpatizantes, así como a la suscripción de acuerdos estratégicos, con sectores específicos de la población como: maestros, logias masónicas y grupos evangélicos, cuya tarea fundamental será ayudarle a socializar sus mensajes.
*El autor es director de Voto Católico