He conocido a una enfermera que me platicó un testimonio impactante. Le pedí que lo escribiera y aquí está.
Espero les ayude también a reflexionar.
Por Modesto Lule MSP
Testimonio de una enfermera.
“Era un señor con cáncer terminal, ya llevaba cuatro años con cáncer de próstata, pero por herencia genética se pasó a los huesos (su mamá y otro familiar también murieron por este tipo de cáncer).
«Al saber la familia que ya no tenía remedio a pesar de haberse sometido a todo tipo de tratamiento oportuno, decidieron que no se hospitalizara para que muriera tranquilo en casa rodeado de su esposa, hijos y nietos.
«Cuando llegué a atender al enfermo, ya se encontraba en estado semicomatoso, pues todavía respondía a los estímulos de dolor, su respiración era superficial y muy rápida; en un principio tenía su glucosa normal. Cabe comentar que el señor ya tenía varios días sin probar alimentos pues ya no deglutía así que no había por qué tener la glucosa así, pues no estaba consumiendo carbohidratos.
«Su tensión arterial estaba por debajo de lo normal: 60/40 y lo mínimo aceptable es de 90/60 en reposo absoluto. La temperatura corporal no lográbamos cuantificarla de manera exacta ya que el límite máximo del termómetro era de 45° C y lo llenaba, así que probablemente tenía más. Lo sorprendente de toda esta situación era que su corazón latía con mucha fuerza, rápido y con ritmo; en términos médicos esto se llama taquicardia, pero con todo lo demás podía caer en una fibrilación fácilmente (el corazón, en lugar de latir, solo tiembla y cae en paro) se suponía que sin respirador artificial el enfermo tendría una falta grave de oxígeno y debía morir, pero al contrario de esto la glucosa continuaba subiendo; aunado a esto estaba reteniendo líquidos (no orinaba) y ya tenía edema pulmonar (líquido en los pulmones). Todo esto ya tenía que llevarlo a la muerte, pero su corazón seguía latiendo con mucha fuerza.
«Fue cuando decidí preguntar a los hijos, ya todos casados y con hijos, y a su esposa qué podría estar preocupando al enfermo, ya que en mi experiencia como enfermera he visto a muchas personas tardarse en morir por alguna preocupación.
«Este enfermo tenía una solvencia económica aceptable, no dejaba pendientes económicos, sus hijos tienen profesión y su esposa una buena casa. Así que por ahí no era. Preguntando a los hijos, me dijeron que tenía varios años sin cruzar palabra con sus hermanos y hermanas por diversos motivos. Cuando todavía estaba consciente mencionó que nada tenía que arreglar con ellos, así que no tenían a que ir.
«Aceptaron que fuera un sacerdote a confesarlo. Un padre del seminario fue, lo confesó y le dio el sacramento de la unción de los enfermos, pero su situación seguía igual.
«Pensando que a lo mejor era el problema con los hermanos lo que lo detenía. Logré convencer a su hija que llamara a sus tíos, que no perdíamos nada pues ya su papá tenía una semana en esa situación y no era normal que sin la ayuda de los aparatos de un hospital el señor siguiera vivo, así que aceptó y fueron llegando uno por uno los hermanos. No supe qué hablaron con él porque por respeto me retiré de la habitación. Después de haber terminado de hablar todos, el corazón del enfermo empezó a perder fuerza, y su respiración a volverse débil y murió escasas 2 horas después de haber escuchado a sus hermanos».
¿Qué te deja este testimonio? Sería bueno que nos compartieras qué te quiso decir a ti. ¿Tienes disgustos con seres queridos y no te hablas desde hace mucho? ¿Esas enfermedades no serán más dolorosas por las rencillas que llevas en tu corazón por no pedir perdón o por no darlo?
Hasta la próxima.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 25 de agosto de 2019 No.1259