Por Jaime Septién
Todos los que, de alguna u otra manera, tenemos una responsabilidad social a través del periodismo, queremos escribir algo que en definitiva calme, aclare, ponga un límite y dé esperanzas en medio de la crisis que vivimos.
Sin embargo, se trata de una crisis que nos está llevando –como la corriente de un río embravecido— hacia territorios completamente desconocidos. Los escenarios de quiénes van a caer, cuántos, cómo van a reaccionar los gobiernos, cómo se va a poder enfrentar la pandemia (sobre todo entre los más vulnerables) están oscurecidos por nubarrones negros que anuncian tormentas inéditas sobre nuestras vidas.
Desde luego, no es el momento de señalar culpables ni de evadir responsabilidades. Es momento de sumar, de poner todo lo que teníamos reservado para darlo a los demás. Ponerlo todo en común: información veraz, consuelo, amistad. Los que tenemos alguna empresa, usar todos los remanentes habidos y por haber para asegurar el salario de los trabajadores (hasta el límite de lo posible); los que puedan trabajar desde su casa, formar redes de solidaridad, de encuentro, de apoyo a los que viven solos, a los mayores, a los niños.
Los católicos tenemos una grande fuerza a nuestra vera: la fuerza de la protección maternal de María de Guadalupe, quien intercede por nosotros ante su Hijo para robustecer el ánimo de seguir adelante, esperanzados en la vida eterna. Hoy más que nunca debemos –casi diría obligatoriamente— mirar a lo alto, sabiendo, con Teresa de Ávila, que todo se pasa y que, en serio, quien a Dios tiene, ni está solo ni nada le falta.
El Papa Francisco, caminando en solitario por la Vía del Corso en Roma, peregrinando para implorarle a Cristo y a María la salud de los enfermos, la detención del virus, la conversión de los corazones, el tino de los gobiernos y la protección a los pobres, es una guía fortísima en tiempos de debilidad. Una columna de hierro que alivia y despereza la conciencia amotinada ante tanta noticia de hecatombes.
Por lo demás, El Observador –como tantos otros periódicos católicos de México y el mundo— seguirá publicándose por la vía digital hasta que podamos volver a combinarlo con la vía impresa Hemos venido preparándonos desde hace tiempo en esta área y estamos listos para seguir obedeciendo el mandato del Señor de predicar desde los tejados. Con la confianza y el cariño que hemos recibido de todos nuestros lectores, aquí seguimos, firmes en la fe, de pie, porque solo Dios basta.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 22 de marzo de 2020 No.1289