Redacción
En esta pandemia la cercanía de los obispos de México con su pueblo ha sido constante. Así lo dejan ver en sus mensajes para promover y difundir la paz, la caridad, la autonomía; en aquellos en donde abogan por una economía, salud y educación justas. Siempre están en pro del bienestar y más en un año, 2020, que dejará una huella histórica.
Ahora, en su último mensaje, el don de la vida y la dignidad humana son los temas a defender, pues los constantes embates de la “cultura de la muerte” representan una serie de desafíos que nos llaman a “iluminar y dar razón de nuestra esperanza”.
Les preocupa que las familias, además de que tienen que sortear la enfermedad y los problemas económicos, deben enfrentar otra “peste mortal: la violencia y la inseguridad que han alcanzado niveles nunca vistos, sea por su cantidad, frecuencia y crueldad, y no podemos quedarnos indiferentes ante ello”.
Esta “cultura de muerte”, remarcan, se manifiesta de distintas formas en actos de violencia, cada vez más numerosos y sangrientos; en considerar la vida de un hijo como si fuera derecho de un adulto; en ser insensibles ante la eutanasia; en los esfuerzos por legalizar la droga; en la difusión de una visión pobre y distorsionada de la sexualidad; en la corrupción; en la trata de personas; en la indiferencia ante la pobreza, y en el abuso y daño a la naturaleza.
Los obispos hacen un llamado a estar atentos a estos signos que, respaldados en ocasiones con leyes y criterios judiciales, atentan contra la dignidad de la persona y, en particular, contra su vida.
Por ello, proponen a los fieles una participación más constructiva y propositiva para sustituir la “cultura de la muerte” con el anuncio de la cultura de la vida y la dignidad de la persona en un entorno de libertad y corresponsabilidad.
Como parte de sus acciones en favor de la cultura de la vida los pastores de la Iglesia celebran que cada persona haya sido creada por Dios. Afirman que la vida de cada ser humano comienza desde el momento de su concepción, y confían en que habrá políticas de salud que excluyan la eutanasia y se centren en los cuidados paliativos y el acompañamiento.
Además, se suman a la promoción de la salud sin adicciones; se comprometen a seguir promoviendo el matrimonio entre hombre-mujer, la adopción por un padre y una madre, y a seguir reafirmando que el “vientre de alquiler” constituye una explotación de la mujer.
Finalmente hacen un llamado a no limitar la libertad de expresión, a detener la violencia y a la aplicación correcta de la ley. Y recuerdan a los fieles católicos que la misericordia de Dios siempre está disponible.
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 26 de julio de 2020. No. 1307