El pasado domingo 19 de julio, comentando el Evangelio (cfr. Mt 13, 24-43) sobre el trigo y la cizaña, el Papa Francisco dijo que esta parábola nos presenta una visión de la historia, en la cual junto a Dios –el amo del campo– que esparce siempre y solo semilla buena, hay un adversario, que esparce la cizaña para obstaculizar el crecimiento del trigo.
“El amo –subraya el Pontífice– actúa abiertamente, a la luz del sol, y su propósito es una buena cosecha; el otro, sin embargo, aprovecha la oscuridad de la noche y obra por envidia, por hostilidad, para arruinar todo”.
El adversario, afirma el Papa, tiene un nombre: es el diablo, el opositor de Dios por antonomasia. Su intención es obstaculizar la obra de salvación, para que el Reino de Dios sea obstaculizado por trabajadores injustos, sembradores de escándalos. “Muchas veces, hemos oído que una familia que estaba en paz, luego comenzó las guerras, la envidia… un barrio que estaba en paz, luego comenzaron las cosas malas… Y estamos acostumbrados a decir: Eh, alguien vino allí para sembrar la lucha… Siempre está sembrando el mal que destruye. Y esto siempre lo hace el diablo o tenemos la tentación: cuando caemos en la tentación de criticar para destruir a otros”.
La buena semilla y la cizaña no representan el bien y el mal de forma abstracta, sino a nosotros los seres humanos, que podemos seguir a Dios o al diablo
“El mal, por supuesto, debe ser rechazado, pero los malvados son personas con las que hay que tener paciencia. No se trata de esa tolerancia hipócrita que esconde ambigüedad, sino de la justicia mitigada por la misericordia”.
No colabora bien con Dios quien se pone a la caza de los límites y de los defectos de los otros, sino más bien quien sabe reconocer el bien que crece silenciosamente en el campo de la Iglesia y de la historia, cultivándolo hasta la maduración.
(Vatican News)
TEMA DE LA SEMANA: ¿SIGUE VIGENTE LA ACCIÓN DEL DIABLO?
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 26 de julio de 2020. No. 1307