Por P. Fernando Pascual
A lo largo del siglo XX, y también en el inicio del siglo XXI, se han confrontado, y se siguen confrontando, dos mentalidades, una a favor de la legalización de la droga, y otra en contra.
Sobre este tema, que implica no solo a políticos y legisladores, sino, sobre todo a millones de seres humanos afectados por la droga y de sus familiares y amigos, pueden ser de ayuda tres reflexiones del Papa Francisco, de los años 2014, 2016 y 2018.
La primera reflexión fue parte de un discurso del Papa el 20 de junio de 2014, dirigido a los participantes de la International Drug Enforcement Conference:
“Quisiera decir con mucha claridad: la droga no se vence con la droga. La droga es un mal, y con el mal no se puede ceder o pactar. Pensar en poder reducir el daño, consintiendo el uso de psicofármacos a las personas que siguen consumiendo droga, no resuelve en absoluto el problema. Las legalizaciones de las así llamadas drogas ligeras, incluso parciales, además de ser cuanto menos discutible a nivel legislativo, no producen los efectos que se habían fijado. Las drogas sustitutivas, además, no son una terapia suficiente, sino un modo disimulado de rendirse ante el fenómeno. Quiero reafirmar lo que ya he dicho en otra ocasión: no a todo tipo de droga”.
Fueron palabras claras, que vale la pena recordar cada vez que se vuelve a proponer la legalización de las así llamadas drogas ligeras, como la marihuana, y de cualquier sustancia que genere dependencia y altere de modo importante la mente y el autocontrol de las personas.
La segunda reflexión procede de las palabras que el Papa Francisco pronunció en un encuentro de la Pontificia academia de las ciencias titulado “Narcóticos: problemas y soluciones de esta lacra mundial”, el 24 de noviembre de 2016.
El Papa se fijaba entonces, de modo especial, en los motivos que llevan a muchas personas a caer en la dependencia de la droga:
“Y no es de extrañar que haya tanta gente que caiga en la dependencia de la droga, pues la mundanidad nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para alcanzar una felicidad efímera, que al final se convierte en veneno, que corroe, corrompe y mata. La persona se va destruyendo y, con ella, a todos los que están a su alrededor. El deseo inicial de huida, buscando una felicidad momentánea, se transforma en la devastación de la persona en su integridad, repercutiendo en todas las capas sociales”.
A continuación, en ese mismo discurso, el Papa destacaba la importancia de analizar mejor el problema en sus diversas dimensiones:
“En este sentido, es importante conocer cuál es el alcance del problema de la droga, que es destructor, es esencialmente destructor, y, sobre todo, la vastedad de sus centros de producción y de su sistema de distribución. Las redes, que posibilitan la muerte de una persona. La muerte no física, la muerte psíquica, la muerte social. El descarte de una persona”.
Ante este drama, ante los daños enormes que sufren quienes han sucumbido a la droga y quienes viven cerca de estas personas, el Papa proponía, en un discurso del 1 de diciembre de 2018, dirigido a los participantes en una Conferencia Internacional sobre las drogas y las adicciones, una reacción por parte de toda la sociedad:
“Toda la comunidad en su conjunto es interpelada por las actuales dinámicas socioculturales y formas patológicas derivadas de un clima cultural secularizado, marcado por el capitalismo de consumo, la autosuficiencia, la pérdida de valores, el vacío existencial, la precariedad de los vínculos y las relaciones. Las drogas, como ya se ha señalado en varias ocasiones, son una herida en nuestra sociedad, que atrapa a muchas personas en sus redes. Son víctimas que han perdido su libertad a cambio de esta esclavitud, de una dependencia que podemos llamar química”.
Ante la esclavitud de la droga, que algunos parecen promover e incentivar con la legalización de su consumo, y que otros alimentan con un tráfico de mercancías nocivas que dañan a millones de seres humanos, hace falta un trabajo conjunto de toda la sociedad.
Como decía el Papa en el primer texto citado, “la droga no se vence con la droga”. Se vence con la promoción de una sana vida ética, con relaciones familiares y sociales gratificantes y abiertas al servicio, con modelos sociales que no promuevan el consumismo egoísta sino la solidaridad en todos los ámbitos de la vida social.