En las Sagradas Escrituras, comenzando con el Génesis, existen numerosas citas en las que se mencionan los diversos astros:

Pero la humanidad, al contemplar el firmamento, pronto comenzó a desviarse; de ahí que Dios advirtiera en tiempos de Moisés:

“Cuando mires al cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todos los astros del firmamento, no te dejes arrastrar a adorarlos como dioses y a servirlos”

(Números 4, 19).

Astrología y astronomía

En la actualidad está muy claro: la astronomía es la ciencia que estudia las leyes y la naturaleza física de los astros, mientras que la astrología es la pseudociencia que se ocupa de interpretar el carácter y el destino de las personas con base en la supuesta influencia de los movimientos de los astros subjetivamente agrupados en constelaciones.

Por tanto, la creencia en la astrología es un pecado porque pretende que las estrellas son las que determinan el futuro de los acontecimientos humanos, y de este modo se desplaza a Dios como verdadero y único Señor del universo.

La aclaración cristiana

Sin embargo, en la antigüedad no existían conceptos para diferenciar astronomía de astrología, por lo que a los Magos de Oriente se les ha denominado astrólogos, e incluso a los santos del siglo XIII Alberto Magno y Tomás de Aquino, a pesar de que condenaban lo que hoy se denomina astrología.

Santo Tomás escribió en su Suma Teológica: “Los astros son de naturaleza física y sólo pueden actuar sobre elementos físicos, como el cuerpo del hombre y las pulsiones a las que está orgánicamente ligado. Pero la razón y el libre albedrío no son de naturaleza física y las huellas celestes sólo pueden actuar de manera indirecta, creando, por así decirlo, un clima; la decisión pertenece al libre albedrío”.

San Alberto Magno explicaba que los influjos celestes no son causa de los acontecimientos, sino más bien señales de éstos.

Y esto coincide con la Palabra de Dios, que insta a leer “los signos de los tiempos”, incluso poniendo atención a los astros, porque a través de ellos el Creador también habla a la humanidad.

Astronomía sagrada

En dicho sentido podría decirse que existe una astronomía sagrada, que es totalmente distinta a la astrología.

Entre las señales que Dios ha dado en los astros figuran la estrella que guió a los Reyes Magos, anunciando el nacimiento de Cristo (Mateo 2, 1-2), y el extraño fenómeno parecido a un eclipse cuando Jesús fue crucificado (Mateo 23, 44).

Pero no se ha cancelado la importancia de las señales astronómicas, pues aún no se cumple lo que el Señor dijo respecto de los últimos tiempos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas” (Lucas 21, 25), y en especial lo relativo al sol oscurecido y a las lunas de sangre:

“El sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes del día de Yahveh, grande y terrible” (Joel 2, 31; cfr. Hechos 2, 20; Apocalipsis 6, 12; Mateo 24, 29; Marcos 13, 24).

Un patrón extraño

Algunos analistas han investigado de manera especial las “tétradas de lunas de sangre”, que es cuando se sucede este fenómeno cuatro veces en un período corto de tiempo. De hecho es un acontecimiento rarísimo pues, desde el siglo I, sólo han ocurrido 9 tétradas: la primera en los años 32-33 d.C., coincidiendo todas las lunas de sangre con la fiesta de la pascua judía o con la fiesta de los tabernáculos, teniendo finalmente lugar la Pasión y Crucifixión.

Igualmente, todas las lunas de sangre de las otras ocho tétradas cayeron ya sea en la pascua de los judíos o en su fiesta de los tabernáculos.

Además, con frecuencia han precedido acontecimientos muy significativos, como el inicio de las invasiones musulmanas a la Europa cristiana, la creación del nuevo Estado de Israel, o la Guerra de los 6 días con la que los judíos se apoderaron nuevamente de Jerusalén. La tétrada más reciente ocurrió de 2014 a 2015.

TEMA DE LA SEMANA: LA LUNA, NOSOTROS Y EL UNIVERSO

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de enero de 2022 No. 1384

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