III Domingo de tiempo ordinario (Lc 1,1-4; 4,14-21)
Por P. Antonio Escobedo C.M.
Hoy empezamos a leer el evangelio de Lucas que nos acompañará, como faro y guía de nuestro camino cristiano, hasta el fin del año. En este domingo leemos el prólogo conformado por los primeros cuatro versículos. Después, nos saltamos los tres capítulos que pertenecen a la infancia y bautismo de Jesús para llegar al cuarto capítulo donde Lucas empieza el relato del ministerio de Jesús en Galilea.
En el prólogo, Lucas describe el método que siguió para escribir este evangelio: es fruto de una investigación, recoge lo narrado por los primeros testigos, lo escribe en orden. Todo esto lo hace para que sepamos que nuestra fe no es una fantasía, sino que tiene una base sólida. Tal vez convenga preguntarse: ¿quiénes son los testigos que te transmitieron la fe? ¿A quiénes se las transmites tú?
Seguido del prólogo leemos la escena de su primera predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret. La escena es tan significativa que se puede decir que da sentido a todo el ministerio mesiánico de Jesús. Se trata de un pasaje densa, muy bien narrado y con una serie de detalles significativos que vale la pena leer y releer para degustar su profundidad.
Jesús aparece como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Aparece también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos. Es un buen retrato de Jesús que Lucas irá desarrollando durante los próximos domingos: el Señor es quien atiende a los pobres, es quien busca la alegría para todos, es quien ofrece la liberación a los que padecen alguna clase de esclavitud. ¿Es este también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros? ¿Se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres? ¿Y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús?
Jesús anuncia el año de Gracia. En realidad, Él mismo es el año de gracia que Dios ha preparado para la humanidad al enviarlo como salvador y evangelizador. Ojalá también nosotros le miremos tal como lo vieron sus paisanos al principio: “toda la sinagoga tenía los ojos fijos en Él”. Este año que iniciamos es una nueva ocasión para que nuestra mirada a Jesús renueve su intensidad y para que nuestro conocimiento de Él sea más gozoso.
Jesús promulgó solemnemente que “hoy se cumple esta escritura”. En realidad, eso mismo sucede cada día cuando escuchamos las lecturas bíblicas. No se nos proclaman para que nos enteremos de lo que pasó (de hecho, ya lo sabemos), sino porque Dios quiere renovar su gracia salvadora, hoy y aquí para nosotros. Es lo que buscamos en nuestra meditación personal: actualizar en nuestras vidas lo que Dios nos ha dicho en su Historia de Salvación.
Que el Espíritu nos regale la gracia de redescubrir el tesoro de la Palabra de Dios, de tocar las historias narradas en el Evangelio y de ver cómo lo escrito ahí se va cumpliendo en nuestra vida.