Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Somos testigos de hechos nefandos, como la guerra de invasión a Ucrania en estos días. Los criterios demasiado pobres e interesados que manifiestan la mentalidad del autócrata, ayuno de una visión integral de una filosofía de la persona humana, en pro de sus puntos de vista cínicos y rancios, pisotea y justifica la muerte de inocentes, que nos estrujan el alma. Le importa más el expansionismo ególatra que los límites de la dignidad de toda persona humana.
‘El hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas, porque el mal está en su corazón’ (Lc 6,39-45). Los pensamientos, las palabras y las acciones perversas, señalan un corazón malvado e inicuo. En el ser humano puede aparecer un extraordinario misterio de grandeza y vocación sublime, al mismo tiempo que de miseria profunda (cf G et Sp 13).
El espíritu asesino de Caín cabalga en la historia y se encarna en los corazones vacíos ayunos de una grandeza plenamente humana y de amor al hermano Abel.
No podemos cerrar los ojos al mal y a la injusticia, ni al sufrimiento y clamor de los inocentes.
El Papa Francisco invitó a los gobernantes implicados en el conflicto, que atendieran a la voz de su conciencia. Señaló que ‘la guerra es diabólica’; el comportamiento de espíritus enfermos de mentalidades trasnochadas que a su paso dejan muerte, sufrimiento y lágrimas.
Qué razón tenía Aristóteles, asumido por Sto. Tomás de Aquino, cuyo pensamiento se sintetiza bajo cierta óptica en la tesis doctoral de filosofía Jordi Girau Reverter ‘Homo Quodámodo Omnia´ (Roma 1994-Toledo 1995),- el hombre de alguna manera es todas las cosas: por su capacidad para conocer intelectualmente todo el ser; amar de algún modo todo bien; mediante el ejercicio de su libertad es ‘agens seipsum’, es decir, se da el ser segundo de sus hábitos operativos, sean virtudes o vicios; su naturaleza racional le exige la vida común. El ser humano entero puede llamarse ‘microcosmos’, porque de alguna manera está en comunión con todo, en él se encuentra todo.
El Dr. Girau Reverter, tiene unos párrafos luminosos casi al final de su tesis doctoral ‘…hay un hombre, Jesucristo, que por su unión hipostática del Verbo (como persona divina unida a la humanidad), es de manera especialísima todo. Y ello se evidencia cuando Tomás muestra la conveniencia de la Encarnación, ya que, haciéndose hombre, Dios manifestó elocuentemente la dignidad del destino del hombre (la contemplación beatificante), y se unió con quien es centro de toda criatura y corona de toda la generación de lo material, cerrando así de manera admirable el ciclo de toda su obra’ (pág. 307).
Por eso las antropologías deficientes, en la práctica pueden provocar grandes daños contra la humanidad en general y en contra de la persona en particular; una antropología completa e integral favorece pensamientos y acciones que pueden respetar a toda persona humana y su singular dignidad en el ámbito de su espacio vital.
El corazón bueno y sincero de la persona puede llevarnos a ejercer adecuadamente nuestra libertad, respetando a los demás, favoreciendo las causas nobles, sobre todo, el ofrecer nuestra escucha y acogida a los hermanos que se encuentran en situaciones graves de penuria, enfermedad o soledad y abandono.
El árbol bueno da frutos buenos; la zarza y la cizaña, dañan, como son las injusticias y los abusos.
Ciertamente hoy en día se condenan los atropellos y abusos; pero a veces la mentira falsea la realidad que se vive, como las autojustificaciones cínicas de quien ha provocado la invasión a Ucrania, y se envalentona contra aquellas naciones que osen defenderla, porque sentirán el rigor de la venganza destructiva. Es el león que gruñe y suelta zarpazos para amedrentar.
Es frecuente que ante diversas fuentes y encontrados intereses, la mentira opaque el bien respecto del mal y la justicia respecto a la injusticia. Nos van llevando ‘como ciegos que guían a otros ciegos’.
Hagamos caso al Santo Padre Francisco para este miércoles de ceniza y en este tiempo de cuaresma oremos y hagamos penitencia para pedir por la paz de Ucrania y que el Señor también nos alcance la gracia de evitar una conflagración mundial.
Que todos tengamos una esperanza en Jesús, el Príncipe de la Paz, que nos dice permanentemente ‘yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, vivirá para siempre’,
Él nos invita a poseer el dinamismo de la bondad del corazón que produce buenos frutos y abunda en palabras buenas, verdaderas y edificantes, junto a acciones coherentes, dignas de un discípulo de Cristo.
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