Por P. Fernando Pascual
“No te lo tomes a mal. Conozco una pasta de dientes que es muy eficaz para quitar el aliento ácido”.
Lo que nos dicen podemos tomarlo a mal. Quizá porque nos parece impertinente, o inoportuno, o tal vez ofensivo. Muchas veces, porque pensamos que hay algo de antipatía en quien nos formula una observación.
Pero también podemos tomarnos a bien lo que nos dicen. Lo cual es posible cuando analizamos con serenidad la frase recién llegada, y cuando quitamos algún prejuicio sobre la persona que nos habla.
Tomarnos las frases a bien ayuda a vivir más sereno, a analizar las cosas con una mejor perspectiva, a superar prejuicios, a distinguir entre el trigo y la cizaña.
Hay, ciertamente, ideas que nos ofrecen con cierto tono de ironía, o con el deseo de provocarnos, o desde una antipatía más o menos manifiesta.
Incluso en esos casos, no ayuda reaccionar con malhumor, o con rencor, o con desprecio, sin detenernos a ver cómo aprovechar esta situación.
Ya el hecho de que alguien nos diga algo, aunque parezca molesto, tiene algo de positivo: esa persona cree que puede establecer una relación con nosotros, incluso muchas veces desea nuestro bien.
La vida es mucho más rica y compleja de lo que imaginamos. Hechos y afirmaciones nos llegan continuamente, como caricias suaves o como espinas hirientes.
Lo importante es aprender a acoger cada situación, cada palabra, desde una perspectiva positiva, llena de esperanza, y abiertos a lo que Dios nos indique.
De este modo, como dice la poesía, aprenderemos no a sacar el veneno de la rosa, sino ese néctar del que luego elaboramos, para nuestro consuelo y el de quienes nos rodean, un poco de miel que hace más bella la existencia humana.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de febrero de 2022 No. 1388