Por P. Fernando Pascual
Al constatar el alto número de abortos que se comenten cada año, la fuerte presión por legalizar la eutanasia, la cantidad casi incontable de embriones eliminados por motivos eugenésicos, viene a la mente la expresión usada por san Juan Pablo II cuando hablaba de que estamos ante una “conjura contra la vida”.
Fue en la encíclica Evangelium vitae (1995) donde el Papa usó esta expresión. En concreto, en dos números del primer capítulo: el número 12 y el número 17.
El n. 12 expone algunos aspectos de la “cultura de la muerte” que avanza en muchos lugares, caracterizada como una “guerra de los poderosos contra los débiles”. En esa cultura, los enfermos, los minusválidos, los ancianos, son vistos como enemigos a eliminar, y entonces “se desencadena así una especie de «conjura contra la vida», que afecta no solo a las personas concretas en sus relaciones individuales, familiares o de grupo, sino que va más allá, llegando a perjudicar y alterar, a nivel mundial, las relaciones entre los pueblos y los Estados” (Evangelium vitae, n.12).
Por su parte, el n. 17 recuerda cómo la humanidad en nuestros días “nos ofrece un espectáculo verdaderamente alarmante, si consideramos no solo los diversos ámbitos en los que se producen los atentados contra la vida, sino también su singular proporción numérica, junto con el múltiple y poderoso apoyo que reciben de una vasta opinión pública, de un frecuente reconocimiento legal y de la implicación de una parte del personal sanitario”.
A continuación, la encíclica cita un discurso que el mismo Juan Pablo II había pronunciado en Denver en la VIII Jornada mundial de la juventud, cuando afirmó: “Con el tiempo, las amenazas contra la vida no disminuyen. Al contrario, adquieren dimensiones enormes. […] El siglo XX será considerado una época de ataques masivos contra la vida, una serie interminable de guerras y una destrucción permanente de vidas humanas inocentes” (Discurso en Denver, 14 de agosto de 1993).
El mismo n. 17 de Evangelium vitae añade esta idea: “estamos en realidad ante una objetiva «conjura contra la vida», que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto”.
El Papa subrayaba, además, el papel de los medios de comunicación social, que “son con frecuencia cómplices de esta conjura, creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida” (Evangelium vitae n. 17).
Han pasado muchos años desde que en 1995 Juan Pablo II señalase el grave peligro de la actual “conjura contra la vida”. Lo que ha ocurrido desde entonces, en un proceso que sigue presente en nuestros días, confirma ampliamente los análisis del Papa.
Frente a una situación tan grave, la misma encíclica proponía numerosas iniciativas, sobre todo en el campo de la cultura (nn. 78-102). “Es urgente una movilización general de las conciencias y un esfuerzo ético común, para poner en práctica una gran estrategia en favor de la vida” (Evangelium vitae, n. 95).
En esa movilización todos estamos llamados a ofrecer las propias energías para evitar que tantos millones de seres humanos sean eliminados, sobre todo a través del aborto. Así lo señalaba Juan Pablo II en el n. 97: “En la movilización por una nueva cultura de la vida nadie se debe sentir excluido: todos tienen un papel importante que desempeñar”.
Juan Pablo II también mencionaba a los profesores y educadores, a los intelectuales católicos, y a los que se dedican a los medios de comunicación social, “llamados a trabajar para que la transmisión eficaz de los mensajes contribuya a la cultura de la vida. […] En la escrupulosa fidelidad a la verdad de los hechos, están llamados a conjugar al mismo tiempo la libertad de información, el respeto a cada persona y un sentido profundo de humanidad” (Evangelium vitae, n. 98).
La voz del Papa venido de Polonia resuena hoy con fuerza. Nos invita, frente a la terrible conjura contra la vida que cada año provoca millones de víctimas, a promover el Evangelio de la vida de modos concretos y eficaces para ayudar a las víctimas, y también para convertir a los verdugos desde la verdad y el amor.
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