Por Martha Morales
La brujería está al orden del día. En París hay más brujos que sacerdotes católicos. En México está de moda el culto a la Santa Muerte porque, dicen, la muerte fue la única que “venció” a Jesucristo. En realidad no es así; Jesús venció a la muerte con la resurrección, y con ella nos ganó la vida eterna. Se lee en la Escritura: “El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte” (1 Cor 15, 28). El ser humano está creado para la inmortalidad, para vivir después de la muerte, para vencer a la muerte por obra del Dios verdadero.
La persona que cree en la Santa Muerte hará bien en aprender a hacer oración, a hablar con Dios, para que lo saque de las tinieblas o de ese hoyo.
El documento cristiano más antiguo, la Didaché (del año 70 d.C), dice claramente: “no te entregarás a la magia, ni a la brujería”. Y explica: Si aceptaste a Cristo ponlo en tu mente, piensa como Él. Las estrellas no van a definir tu vida, creer eso indica incapacidad de orientar la propia vida, eso es tener mente mágica. La vida depende de nuestras decisiones, no de los astros; creer en los astros eso es anticuado, primitivo… Vivimos con la tecnología del siglo XXI y con mentalidad precristiana cuando creemos en fatalismos.
El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del único Señor que se reveló a su pueblo: “NO HABRA PARA TI OTROS DIOSES DELANTE DE MI”.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc. «No podéis servir a Dios y al dinero», dice Jesús (Mt 6,24). (CEC, n. 2113).
Los ídolos modernos son: el dinero, el poder, el placer, el “qué dirán”, las estrellas del Rock o de Holywood, y muchas veces se idolatra a una persona, a un simple mortal. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. El idólatra es el que «aplica a cualquier cosa en lugar de Dios su indestructible noción de Dios» (Orígenes, Cels. 2,40).
“Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en ponerse con confianza en las manos de la Providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. La imprevisión puede constituir una falta de responsabilidad” (CEC n. 2115).
Todas las formas de adivinación deben rechazarse (…) La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a «mediums» encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de conciliarse los poderes ocultos.
El Catecismo de la Iglesia Católica también explica que todas las prácticas de magia o de hechicería son gravemente contrarias a Dios. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar, o cuando recurren a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también detestable ante el Señor. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas.
Un experto en el tema, Domenico Mondrone escribe: “El Diablo es el mayor maestro de los engaños, es un embustero de incomparable astucia, que no actúa el descubierto, sino en lo escondido; trabaja en la sombra, y siempre considera como inteligentes a quienes no creen en sus artimañas, e incluso niegan su existencia. Así, los primeros en caer en sus redes son precisamente los sabiondos, los llamados «espíritus fuertes», los grandes iluminados de la ciencia de este mundo. La astucia más perfecta del Demonio, ha escrito Charles Baudelaire, consiste en persuadirnos de que él no existe.”
Al exorcista José Antonio Fortea le preguntan: ¿Cuáles son las causas de la posesión diabólica? Y contesta:
Las causas de la posesión son:
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El pacto con el demonio.
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Asistir a sesiones espiritistas, a cultos satánicos o a ritos esotéricos.
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Que un hijo haya sido ofrecida por su madre a Satanás
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El maleficio, el hechizo…
Y continúa: “Hay que decir que las personas que practican maleficios contra la salud de otras personas o para que queden posesas no suelen hacerlo durante mucho tiempo, ya que este tipo de personas suelen encontrar el castigo divino muy pronto. Pocas cosas atraen tanto el castigo divino como practicar maleficios o hechizos contra otros. Este tipo de personas pueden practicar sus malas artes por poco tiempo antes de que Dios les reclame la vida y los llame a su juicio terrible.
Las sesiones de espiritismo son otra de las causas citadas, y probablemente la más frecuente. Las posibilidades de tener al demonio aumentan si se va a una sesión de espiritismo. El demonio se queda contigo, aunque no siempre dentro, pero en algunos casos fuera. Prácticamente todo el mundo que ha hecho la ouija (que es un tipo de espiritismo) tiene los demonios muy cerca o dentro de ellos. Y si se abusa de ese juego ritual es peligroso, porque el demonio puede actuar luego en ellos. Y la prueba son esos casos satánicos horribles, macabros, que aparecen en la prensa y que tanto nos impresionan”.
¿Causas de las posesiones? El Padre Fortea insiste en que está creciendo la demanda de exorcistas «porque cada vez hay más gente que invoca a fuerzas ocultas, desconocidas, ya sea con la ouija, pactos con el demonio, sectas satánicas, maleficios, hechizos…, y eso hace que cada vez haya más casos de posesión». «En los años sesenta comenzó el interés por el espiritismo, después las cosas fueron a más y empezó a haber brujas y sectas satánicas. Esto ha tenido un despegue impresionante y lo seguirá teniendo, como la santería afrocubana, que produce posesión».
A muchos jóvenes Satanás los ha seducido con la lujuria, con la droga, con el espíritu de revolución; pero a la mayor parte la ha ganado con el lazo del marxismo materialista.
Es oportuno recordar algunos principios, dice el Cardenal Georges Cottier, Pro-teólogo de la Casa Pontificia: El mal del pecado es realizado por una voluntad libre. Sólo Dios puede penetrar en el corazón profundo de la persona; el demonio no tiene el poder de entrar en este sagrario. Actúa sólo en el exterior, sobre la imaginación y sobre los afectos de raíz sensible (…). El demonio es mucho más peligroso como tentador que a través de signos extraordinarios o manifestaciones exteriores asombrosas, porque el mal más grave es el pecado. No por casualidad en la oración del Señor pedimos: No nos dejes caer en la tentación.
Santo Tomás y San Juan de la Cruz afirman que tenemos tres tentadores: el demonio, el mundo (lo reconocemos ciertamente en nuestra sociedad) y nosotros mismos, o sea, el amor propio. San Juan de la Cruz sostiene que el tentador más peligroso somos nosotros mismos porque nos engañamos solos.
Frente al engaño, es deseable en los fieles católicos un conocimiento cada vez más profundo de la doctrina cristiana. Se debe promover el apostolado por el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, de extraordinaria utilidad para combatir la ignorancia. El demonio es instigador de esta ignorancia, y distrae al hombre de Dios.
Imagen de Daniel Reche en Pixabay