“¿Dónde encontramos esa paz? Si no la encontramos en el mundo, entonces hay que tornar nuestros ojos hacia el interior para buscar al Señor”: archimandrita Nektariy Hajji-Petropoulos, Iglesia Ortodoxa Rusa en México

Por Ana Paula Morales

– ¿Cómo están viviendo esta situación de conflicto entre Rusia y Ucrania? Porque sabemos que hay ortodoxos ucranianos y rusos que asisten aquí.

> Muchas gracias por esta oportunidad. La verdad son tiempos tan difíciles que no hemos dado muchas entrevistas, porque las familias están sufriendo mucho. Nuestra comunidad está formada por gente de la ex Unión Soviética, personas que practican la fe ortodoxa. Tenemos gente de diversos orígenes étnicos. Hay rusos, ucranianos, moldavos, griegos, georgianos, etc. Creyentes de diferentes grupos étnicos que vienen de las Repúblicas de la ex Unión Soviética y son ortodoxos.

Aquí en nuestro monasterio celebramos en Eslavo antiguo, pues la lengua de la Iglesia es el eslavo litúrgico. No es ruso, ni es ucraniano, es una lengua un poquito arcaica, pero que la mayoría, si saben ruso, pueden entender. Celebramos en esa lengua porque la mayoría de la gente es de la primera generación de inmigrantes. La gente empezó a llegar a México con el desmembramiento de la Unión Soviética; siguieron llegando y finalmente se establecieron. Ahora ya hay una segunda generación, y podría decirles que todos hablan ruso, porque la embajada rusa tiene una escuela, y los niños pueden ir allí y aprender la lengua.

Normalmente, entre nosotros, no existe una división étnica. El idioma, por supuesto, es lo que hace la diferencia en cada grupo. La lengua común es el ruso, porque la mayoría habla ruso, pues estudiaban en la Unión Soviética, por eso la mayoría hablan y se pueden entender en esa lengua. Pero la Iglesia no es solo para los rusos, sino que es una Iglesia ortodoxa que está abierta para las necesidades de toda la gente inmigrante que sigue el viejo calendario y que vienen de la ex Unión Soviética. Hay otras Iglesias ortodoxas en México, pero nuestra tradición es un poquito diferente, más estricta. La gente viene aquí y se integra como en una familia.

La mayoría no tiene muchos familiares en México, casi todos son matrimonios mixtos, pero la parte eslava casi siempre está sola, no tiene familia. La Iglesia se convierte en su familia pues aquí no hacemos ninguna división con respecto al grupo étnico, porque la Iglesia no pertenece a ningún Estado. Nosotros reconocemos al Santísimo Patriarca Kirill como el máximo líder de nuestra Iglesia, pero nuestro Arzobispo directo, está en San Francisco California. Aquí en la República Mexicana yo soy el Superior del Monasterio y de todas las misiones y parroquias. Esta es la Abadía, porque yo resido aquí y soy el Abad. Es un lugar pequeño pero tenemos otras casas donde hay otros monjes. Esta es la misión rusa en la Ciudad de México y la principal en la República Mexicana.

Aunque nuestros fieles sean de diferentes orígenes, no tienen ningún problema para convivir. Son parte de una familia, sean ucranianos, rusos, moldavos o georgianos, todos se integran, porque todas las familias ante Dios son iguales.

– Es lo que hemos vivido aquí cuando rezamos todos, entre rusos, ucranianos y ha sido muy bonito. Y, concretamente, ¿la Iglesia Ortodoxa Rusa está apoyando a los civiles? ¿Se está enviando ayuda o son un medio?

> Directamente aquí no lo estamos haciendo, pero sí somos canales. A través de las Diócesis podemos nosotros enviar ayuda, no precisamente ayuda de medicina o ropa, porque está tan lejos que esto no llega. Pero los donativos sí los podemos canalizar de inmediato entregando por supuesto el comprobante, pues se hace una transferencia bancaria y se obtiene el documento.

Pero principalmente, lo que podría decir, es que nuestra labor es de atención a todos los fieles y sus necesidades, sin ver su origen étnico, ni su nacionalidad. Por supuesto ahora estamos sufriendo porque tenemos muchas familias ucranianas. Estas familias ucranianas están al pendiente de lo que les sucede en Ucrania a sus familiares, y constantemente nos están reportando lo que pasa allá, para nosotros es una gran tragedia; nos afecta, nos duele, nos conmueve lo que está sucediendo y no podemos aceptarlo, ni podemos estar de acuerdo con nadie.

Nosotros no tenemos ningún partido, no estamos a favor de ningún gobierno, porque, en primer lugar, somos clérigos, no somos políticos ni diplomáticos. Tenemos relación con muchas embajadas porque algunos embajadores ortodoxos vienen y nos visitan, pero nosotros no tenemos un vínculo directo con ningún gobierno ni con ninguna embajada. Servimos al Señor, y damos a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César. La Iglesia es donde se cuidan las necesidades espirituales de todos los creyentes, no importa de donde sean.

– Pudiera regalarnos como un mensaje de paz a los mexicanos que, independientemente que no estemos en guerra, pero que estamos sufriendo como mucha violencia, de cómo tratar de vivir más en esta armonía de que somos hermanos.

> Sí, lamentablemente hemos vivido tiempos muy difíciles, especialmente los dos años de pandemia nos han traído experiencias muy diferentes. Mucha gente que conocíamos ya no está con nosotros, murieron víctimas del COVID; hemos atendido a muchas personas de la comunidad y de fuera, que se enfermaron y solicitaron nuestro apoyo; de inmediato se los dimos. Yo soy médico, y tenemos muchos médicos aquí, así que les compramos la medicina y se las llevamos para que no salgan, y nos quedamos al pendiente hasta que salen completamente de la enfermedad; es ahí cuando sentimos que termina nuestra misión y atendemos a otras personas.

Si no aprendemos con el sufrimiento y con el dolor, entonces ¿con qué vamos a aprender? Es seguro que cuando vivimos una vida llena de comodidad o de alegría, o de excesos, no aprendemos mucho. Lo que sí se nos queda grabado es aquello que nos duele. Creo que ahora el COVID nos dio la oportunidad de aprender muchas cosas, especialmente el valor de la vida, el valor de la salud y de todos los dones que Dios nos ha dado abundantemente. Pero ahora, de pronto en medio del COVID, se viene también esta guerra. Aquí en México vivimos ahora con tanta violencia que ni podemos salir a carretera tan fácilmente como lo hacíamos antes, precisamente por la inseguridad.

Entonces, ¿qué hacer cuando no está en nuestras manos la solución? El hombre necesita tranquilidad, necesita paz. ¿Dónde encontramos esa paz? Si no la encontramos en el mundo, entonces hay que tornar nuestros ojos hacia el interior para buscar al Señor, para que el Señor sea aquél que nos comparta su paz; la paz de Dios que no es de este mundo, pero que definitivamente sí nos va a nutrir y nos va a permitir que adquiramos la entereza y la sabiduría para enfrentar cualquier problema y cualquier conflicto que se nos presente a lo largo de la vida. Esa es la solución, ver hacia nuestro interior y buscar al Señor, escuchar su Palabra y hacer lo que a Él le complace.

– ¿Cómo lleva su vida de monje y religioso, al mismo tiempo que lleva una vida de trabajo como médico y además que es catedrático?

> Trabajo para universidades; ahora trabajo en línea para una Universidad en España. Es un poco difícil, pero en realidad ya estoy acostumbrado. Como somos una misión podríamos decir “nueva”, pues tiene un poquito más de 15 años: 18 años exactamente. No tenemos los medios resueltos, como otras Iglesias ortodoxas que tienen más de 100 años aquí, o como las Iglesia católicas que tienen 500 años, nosotros tenemos solamente 18 años desde que empezamos.

Si bien tenemos mucha gente, todos son nuevos inmigrantes. Ellos ni estaban acostumbrados a ir a la Iglesia, muchos de ellos ni estaban bautizados, ni acostumbrados a donar a la Iglesia. Entonces nosotros los monjes nos vimos en la necesidad de ayudarles; si bien el Monasterio debiera vivir de la caridad, aquí es diferente; aquí la caridad la damos nosotros. Todos los monjes tenemos profesiones civiles; pero, aunque trabajamos en el mundo, tenemos la mente en el Cielo. Trabajamos fuera del Monasterio todos los días, recibimos un salario, y ese salario, en lugar de que se vaya al fondo del Monasterio o a nuestro bolsillo, lo ponemos al servicio de las necesidades del Pueblo de Dios. Todo lo que ganamos se va para las necesidades de nuestra comunidad.

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