Por P. Fernando Pascual
Estoy cansado. Anochece. Pasa por la cabeza la idea de entrar en un juego electrónico. Luego me doy cuenta de que lo mejor sería acostarme para ver si consigo dormir y recuperar fuerzas.
Es domingo por la mañana. Tengo presente que hay misa a las 11. De repente, recuerdo que en la semana ya recé el rosario en casa de un familiar, e imagino que no sería tan “necesario” ir a misa.
En nuestra mente y en nuestro corazón pasan muchas ideas. Algunas nos llevan hacia lo imperfecto, lo dañino, incluso lo pecaminoso. Otras nos abren a horizontes de bondad, de entrega, de amor.
El padre Fabio Rosini, sacerdote italiano que desde hace años explica las verdades de la fe católica a jóvenes y adultos, al analizar este fenómeno recuerda la distinción tradicional entre sugestiones e inspiraciones.
Según don Fabio, “los pensamientos que destruyen se llaman sugestiones, los que reconstruyen se llaman inspiraciones”. Luego añade que necesitamos avisar al “portero” de nuestro palacio interior (la conciencia), para que distinga a unos y otros, pues de lo contrario existe el peligro de que las sugestiones venzan a las inspiraciones.
En los ejemplos anteriores, serían sugestiones pensar que descansaríamos con el juego electrónico, y suponer, falsamente, que basta con el rosario entre semana como excusa para no ir a misa el domingo.
En cambio, serían inspiraciones decidir acostarnos temprano, y prepararnos para ir a la misa, con la familia y con la comunidad, este domingo que Dios nos concede.
Resulta, entonces, importantísimo saber distinguir entre sugestiones, que vienen del demonio, o del mundo, o de la carne; e inspiraciones, que vienen del Espíritu Santo.
Todo el arte espiritual del discernimiento, del que tanto hablan autores de los primeros siglos cristianos, como san Doroteo de Gaza y san Juan Clímaco, y más cercanos a nosotros, como san Ignacio de Loyola, consiste en poner atención para distinguir, ante cada nueva idea que llega a mi alma, cuál venga del mal espíritu, y cuál tenga su origen en el Espíritu Santo.
Luego, cada uno escoge. Si nos abrimos a la gracia divina, y dejamos que Dios sea la luz que ilumine nuestros pasos, rechazaremos cualquier sugestión que nos enrede y aparte del buen camino, y acogeremos tantas inspiraciones que nos encienden en el amor a Dios y a los hermanos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de febrero de 2022 No. 1389