Por P. Fernando Pascual
La confianza es uno de los temas que más brillan en la película “Raya y el último dragón”, estrenada en casi todo el mundo el año 2021.
Por confiar en quien parecía ser amiga, una niña llamada Raya, hija del jefe de su tribu, cayó en una trampa que provocó daños terribles en todo el territorio de Kumandra.
Desde entonces, Raya no se atreve a confiar en los demás, pues recuerda una y otra vez cómo a través de un regalo había sido engañada.
En cambio, la dragona Sisudatu (Sisu) intenta una y otra vez convencer a Raya de que a través de la confianza es posible arreglar el mundo, superar las guerras, reconstruir una Kumandra en paz.
Sin embargo, en la película Sisu experimenta, como le había ocurrido a Raya, lo que significa el engaño y la traición. A pesar de ello, está convencida de que solo con un nuevo gesto de confianza todo puede cambiar.
Muchos seres humanos han sufrido enormemente al constatar esa perfidia de quienes por un lado ofrecen regalos y señales de cariño, y por otro clavan una puñalada por la espalda.
La experiencia de traiciones y engaños genera desconfianza, miedo, cerrazón. Los hombres viven lejos unos de otros. Las guerras tiñen de sangre la historia humana.
Pero la convicción de Sisu, no solo en la película, es capaz de vencer los males que han provocado tantas traiciones en la historia humana, a través del gesto sencillo y auténtico de ofrecer un regalo al otro.
Solo hace falta, y ese es el mensaje central de “Raya y el último dragón”, que alguien dé el primer paso, crea en la posibilidad de un inicio nuevo, ofrezca a otros confianza.
Más allá de lo que enseña esta película, sabemos por la fe que Dios nos ha dado el mayor regalo: envió a su Hijo al mundo, que se dio a Sí mismo por nosotros.
Es cierto que Cristo encontró un odio incomprensible, que se vio rodeado de la desconfianza de quienes planeaban otros métodos para arreglar el mundo, métodos que habían fracasado y que fracasarían en el futuro.
Pero también es cierto que millones de seres humanos acogieron el regalo maravilloso de Cristo, aprendieron a confiar en Dios, y empezaron a confiar en sus hermanos.
No hemos conseguido crear un paraíso en la tierra, hemos de constatarlo con pena. Pero sí hemos visto cómo surgen oasis de paz y de armonía allí donde hombres y mujeres confían en Cristo y empiezan a confiar los unos en los otros…
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de marzo de 2022 No. 1394