Por Tomás de Híjar Ornelas, Pbro.

“El pasado siempre se ve mejor de lo que era. Es más que agradable, ya que no está aquí” Finley Peter Dunne

Una circunstancia no exenta de singularidad nos permite situar la simiente del monoteísmo judío nada distante a las de Mesoamérica.

En efecto, si según las cuentas tan cernidas la temporalidad de las tradiciones relativas al patriarca Abraham de la Biblia se remontan a unos 1800 años antes de nuestra era, las de Mesoamérica nos ofrecen datos que podrían remontarse a unos 2500 a. C. Sólo que si la suerte de aquel está íntimamente ligada al Medio Oriente, ámbito geográfico que de ser un vergel se convirtió en un desierto, el segundo poseyó una riqueza natural grandísima pero más que accidentada: litorales marinos, montañas altísimas y diversidad ecológica, a las que se fueron adaptando culturas que una vez aclimatadas fueron creando redes de intercambio y seis regiones, la de Oaxaca, con salida al Pacífico, la costa del Golfo, la del centro o altiplano, la de Guerrero, la zona Maya y la del Occidente, sin contar ese espacio tan dilatado como yermo que ahora denominamos Aridoamérica. Ocupémonos aquí de la primera

Damos el nombre de Oaxaca al entorno en el que florecieron las culturas mixteca y zapoteca, con muchísimas variantes y modalidades asentadas en la caprichosa geografía de lo que hoy es una entidad de México y en su tiempo la más copiosa red de intercambio de bienes y materias primas a través de las cuales se crearon vínculos de lo más provechoso y fecundo.

Hacia el 1500 a. C. ya practicaban estas comunidades el sedentarismo y la agricultura y poblaban zonas no cortas y debidamente organizadas para protección y defensa de sus intereses, siendo Monte Albán la primera y más grande de estos núcleos y su caída, en el 900 d. C. el auge de pequeñas ciudades-Estado en la que los mixtecos atomizaron la dilatada comarca.

Monte Albán se edificó en la cima de una colina desde la cual quedan a la vista los Valles Centrales de Oaxaca y fue el epicentro de la civilización zapoteca, con un calendario de 260 días, que adoptarán buena parte de las demás culturas y un sistema de escritura distinto al olmeca y al maya.

Oaxaca se engasta entre la Sierra Madre del Sur y el Nudo Mixteco e incluye parte de la cuenca del río Balsas, en un hábitat reseco y caprichosa topografía y los zapotecas, dijimos, fueron los primeros en dominarla, aprovechando sus valles centrales e implantando en ellos cacicazgos regionales para el control la fértil tierra de labranza.

Se desarrollaron en ella tipos de arquitectura de gran calado, se beneficiaron con la caída de Teotihuacán en el siglo VIII d. C., pero a la vuelta de dos siglos sobrevino su debacle, de la que salieron victoriosos los mixtecos, hasta entonces confinados al oeste de los valles centrales, entre montañas, algunas de las cuales superan los 3000 metros sobre el nivel del mar.

No serán los mixtecos, como sus antecesores inmediatos, dados a construcciones monumentales y lo más cercano a ello lo alcanzó la hegemonía de Ocho Venado en Tututepec y Tilantongo, durante la exitosa campaña que le permitió unificar a sus congéneres para arrebatar los valles centrales de Oaxaca a sus rivales zapotecas.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de mayo de 2022 No. 1400

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