Por P. Fernando Pascual
El padre René Laurentin (1917-2017) fue uno de los mayores expertos de las apariciones de la Virgen que ocurrieron en Lourdes el año 1858. En su obra Lourdes, relato auténtico de las apariciones, describió detalladamente los hechos, y buscó darles su sentido.
Hacia el final de esa obra, Laurentin señala los cuatro puntos centrales de las apariciones de la Virgen Inmaculada a Bernadette Soubirous: pobreza, oración, penitencia, e Inmaculada Concepción.
Nos fijamos ahora en el mensaje sobre la pobreza. Salta a la vista el tema de la pobreza en la elección de la vidente. “Bernadette Soubirous era sin duda una de las últimas personas a las que la razón humana habría acudido para que transmitiese un mensaje celestial” (p. 270).
La historia de la familia Soubirous recoge el drama de tantos millones de pobres, que llegan incluso a pasar hambre, que sufren la humillación, que ven morir a algunos hijos pequeños, que experimentan el dolor por la falta de empleo.
A la hija mayor de esa familia, Bernadette (o Bernardita), se aparece la Virgen. Tenía unos 13 o 14 años (ni siquiera ella tenía clara su edad). Hablaba solo el dialecto de la zona. No sabía leer ni escribir. Y no había recibido la primera comunión.
Las apariciones inician el 11 de febrero de 1858, y terminan el 16 de julio de ese mismo año. Como es de suponer, generan una fuerte conmoción en Lourdes y luego en tantos otros lugares.
Entre los primeros que van a la gruta, muchos son pobres, con una fe sencilla y auténtica. En seguida, esos mismos pobres empezaron a dejar donativos y regalos en la cueva, como señal de gratitud a Dios y a la Virgen.
También se interesaron por los hechos personas de otras categorías sociales. Hubo quienes quedaron sorprendidos al constatar la pobreza en la que vivía la familia de Bernadette, un calabozo casi sin higiene, carente de lo más básico.
A través de las apariciones, la Virgen recordaba la centralidad del mensaje del Evangelio: el amor de Dios por los pobres. “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios” (Lc 6,20).
Cuando la gente que acude a la gruta y que visita a Bernadette empieza a dar donativos, Bernadette los rechaza enérgicamente, casi con miedo. Decía, con sinceridad, “me quema”, cuando alguien ponía unas monedas en sus manos o en sus bolsillos. Esto sorprendía a muchos, pero no dejaba de tener un significado.
“Quienes volvían a sus hogares con el dinero que Bernadette había rechazado, devuelto o tirado, experimentaban en el acto el choque del mensaje evangélico acerca de la riqueza y la pobreza: ese mensaje que llamaba a cada uno a que tomara, según su condición, una forma personal en plena vida” (p. 271).
La Virgen, en Lourdes, ofrecía una señal concreta del amor de Dios a los más necesitados. Al mismo tiempo, nos recordaba la invitación de Cristo de atender a los hambrientos, a los sedientos, a los desnudos, a los enfermos, a los encarcelados (cf. Mt 25).
“Mediante las apariciones de Lourdes, Nuestra Señora quiso restaurar en nosotros el amor hacia los pobres y por la pobreza, un amor original y liberador” (p. 274). Por eso el mensaje de Lourdes vale plenamente para nuestros días, como invitación a desapegarnos de lo material y a vivir abiertos a las necesidades del prójimo.
(Las citas aquí recogidas están tomadas del siguiente libro: René Laurentin, Lourdes, relato auténtico de las apariciones (2002 en francés, la traducción española no tiene fecha). Tal libro sintetiza una publicación anterior del mismo P. Laurentin, en 6 volúmenes, resultado de la recopilación casi todos los documentos sobre Lourdes (cf. Lourdes, histoire authentique des apparitions, 6 vol., Éditions Lethielleux 1961-1964).
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