Por P. Antonio Escobedo c.m.
5º Domingo de Pascua – 15 de Mayo de 2022
Ya han pasado cuatro semanas de Pascua y hoy empezamos la quinta. Durante el resto de los domingos de Pascua escucharemos en el Evangelio las palabras que pronunció Jesús durante su Cena de despedida. Con ellas da a sus discípulos consignas para cuando Él falte. Sus mensajes también nos ayudarán a entrar cada vez con mayor fuerza en la vida nueva del Resucitado y las consecuencias que tiene para nuestra fe. No debemos cansarnos de celebrar nuestra fiesta principal que dura siete semanas: nuestra fe cristiana es fundamentalmente alegría y visión optimista.
En este contexto, en el evangelio de hoy Jesús habla sobre su “glorificación” que abarca su muerte, su resurrección y su ascensión. Tal glorificación para nosotros implica un mandamiento nuevo: “que se amen unos a otros como yo les he amado”. Este mandamiento es lo suficientemente sencillo como para que un niño pequeño lo pueda memorizar y apreciar, y también lo suficientemente profundo para que los adultos meditemos constantemente en él.
Siendo realistas, el mandamiento no es completamente nuevo. Levítico 19,18 dice: “amarás a tu prójimo como á ti mismo…”. Ese mandamiento pedía de los israelitas que amaran sólo a otros israelitas, pero más adelante, en Levítico 19,34 se amplia su alcance diciendo: “el extranjero que resida con ustedes será como cualquier nacido entre ustedes, y lo amarás como a ti mismo, porque ustedes fueron extranjeros en la tierra de Egipto”.
Entonces, ¿qué hay de nuevo en el mandamiento de Jesús? Para comprender, recordemos que en el Apocalipsis Dios dijo: “todo lo hago nuevo”. Y lo reitera al pronunciar: “vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron”. En este panorama, todo tiene que ser nuevo, incluso el mandamiento del amor que cobra un sentido nuevo y maravilloso al ser pronunciado por Jesús porque se trata de amarnos como Él nos ama. Ahora es necesario trascender nuestras capacidades de amar y empezar a amar de una manera divina, tal como Jesús lo hace. Es bueno recordar que nuestro amor no nace de nuestro buen corazón, sino que es como una chispa del amor que nos comunica Dios: “el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios”
Recuerdo que en cierta ocasión un joven me preguntó: “¿el amor se busca o se encuentra?”. Después de reflexionar un poco, respondí: “el amor ni se busca ni se encuentra. El amor se construye”. Creo que eso fue lo que hizo nuestro Señor quien a lo largo de los tres años de su ministerio fue cuidando y nutriendo el amor que tenía por todos. Los cimientos que puso le permitieron darnos su corazón a pesar de todas las adversidades que enfrentó.
Y es que muchas veces pensamos que con la fe uno va a estar todo el tiempo emocionado sintiendo amor. Nos han hecho creer que los creyentes vamos a estar sintiendo todo el tiempo a Dios y teniendo las cosas super claras. Pero la realidad es que probablemente muchos de los que creemos estamos la mayor parte del tiempo sintiendo dudas, frío y mucho miedo. En lugar de pretender un mundo color de rosa que es lo que tendemos a buscar, Jesús nos dice “tú ama, entrégate, confía … luego ya verás y comprenderás…”