Por P. Fernando Pascual
Ante una muerte trágica, ante un accidente de varios coches, ante una guerra, sentimos cierta rabia cuando constatamos que hubiera bastado poco para evitar lo ocurrido.
Porque con un poco de atención ante aquella persona emborrachada, se la habría acompañado para que llegase a casa y no muriese en un pozo.
Porque con una mejor señalética de tráfico y algo más de asfalto, se habría evitado aquel choque entre automóviles.
Porque con negociaciones sinceras y una justa atención a las necesidades de la gente, se habría evitado una guerra que provoca miles de muertos y heridos, incluso entre la población civil.
Por eso, sentimos rabia cuando vemos que heridas, muertes, hambrunas, se pudieron haber evitado con un esfuerzo inicial que estaba al alcance de la mano de personas particulares y de las autoridades.
A pesar de que había alternativas, soluciones, medios para que la tragedia no llegase, ocurrió aquello que era inesperado o previsible, y llevó a muchos al reproche, a la amargura, a la exigencia de responsabilidades.
No basta con mirar hacia afuera y constatar cuántos dramas eras evitables. Podemos, con una mirada prudente y, sobre todo, basada en el amor, descubrir acciones a nuestro alcance con las que empezaríamos a ayudar a otros.
A veces bastará con fijarnos en alguien que camina a trompicones, en un mal estado de la mente, para pedir ayuda y ver cómo asistirlo y acompañarlo a su casa o a un hospital.
Otras veces será hacer una llamada para preguntar cómo se encuentra un familiar o un amigo que tiene problemas con la depresión, para que no haga gestos autolesivos.
No siempre encontraremos el modo o la energía interior para emprender esos actos pequeños, o no tan pequeños, para ayudar a quien está en necesidades serias.
Pero siempre podemos rezar a Dios por tantas personas necesitadas, al mismo tiempo que promovemos medidas concretas y organizamos grupos disponibles para que se ponga en marcha ese “poco” que evita una desgracia y que ayuda a hombres y mujeres a vivir una vida más serena y más protegida.
Imagen de Jackson David en Pixabay