Por Angelo de Simone R.
Acompañar a Cristo en su oración de agonía, es una de las vivencias espirituales más impactantes y enriquecedoras que se puede experimentar en la Basílica de Getsemaní, también conocida como Basílica de las Naciones o de la Agonía, ubicada en Jerusalén – Israel. En su interior se encuentra la porción de roca en la que, según la tradición, Jesús oró la noche de su arresto, después de celebrar la Última Cena.
Silencio, recogimiento, oración y, sobre todo, aceptación de la voluntad del Padre, es parte del clima que se vive en esta Basílica que ha acogido a muchos peregrinos para encontrarse con Dios de una manera especial.
Si hacemos un recorrido sobre aquel momento determinante, encontramos diversos evangelios que narran este acontecimiento de la oración de Jesús en el huerto. Ante tanto dolor y sufrimiento, surge la pregunta inminente ¿Quién soy ante mi Señor que sufre? ¿Cómo me dispongo ante este momento? Estamos ante un Jesús que se retira a rezar, mientras esperaba la llegada de Judas, el traidor, consciente de todo lo que iba a sufrir y de su inminente muerte en la cruz, sintiendo una gran angustia y responsabilidad en sus hombros.
Acompañar a Jesús
Jesús les dice a los suyos, a sus amigos, a aquellos que ama, quédense aquí y vigilen, y este llamado a la vigilancia se refiere de modo preciso a ese momento de angustia, de amenaza, en el que llegará el traidor, pero que en gran medida le concierte a toda la historia de la Iglesia, por ello ¿Cuántas veces nos cuesta velar ante el Señor en medio de su agonía? ¿Cuántas veces a pesar del amor tan grande que me tiene, lo abandono en su sufrimiento? ¿Acaso seremos de los que, invitados por Jesús a velar con él, se duermen y, en lugar de rezar, tratan de evadirse cerrando los ojos a la realidad? Hoy no es distinto a esos momentos, Cristo sigue sufriendo a causa de la indiferencia, guerra y división. En estos tiempos también nos pide ser partícipes de su oración, pero, sobre todo, de su compañía reconfortadora.
Es propicio todo este contexto, porque en dicha basílica de Getsemaní en Israel, nuestros peregrinos viven una experiencia hermosa de oración acompañando a Jesús en su dolor, junto a aquella roca donde sudó sangre en su angustia. En la Hora Santa Internacional, peregrinos de todo el mundo, en diversos idiomas, se disponen a unirse como comunidad eclesial a orar por los lamentos y dolores del mundo y, especialmente por aquellos que viven sin amor.
En este lugar santo, santificado por Jesús, por su angustia, por su sudor de sangre, pero, particularmente por su sí a la voluntad del padre, nos da mucho temor tan solo acercarnos a los sentimientos que pudo experimentar en aquella hora, en aquel momento donde se decidió el destino del mundo. No obstante, la misión es vigente, dicha oración es un mensaje permanente para todos los tiempos y naciones, porque la somnolencia de los discípulos no era solo el problema de aquel momento, sino que es el problema de toda la historia, de nosotros. ¿Somos capaces de orar por la unidad de la Iglesia? ¿Somos valientes para asumir el reto de encontrarnos con Cristo en su agonía?
Que Dios nos ayude a vivir con intensidad su misión y acompañarle hasta las últimas instancias para que, muriendo con Él, podamos gozar juntos de la alegría y la esperanza de la Resurrección.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de junio de 2022 No. 1404