Por Mario De Gasperín Gasperín, Obispo emérito de Querétaro

Cumple El Observador 27 años de circular en nuestra diócesis y en otras entidades religiosas y profanas de nuestro país, con la originalidad de haberse mantenido en la verdad católica sin tapujos, limpia de halagos o trapacerías. No es elogio propio sino a la Providencia divina por la gracia de la misión cumplida según las exigencias de la identidad católica. Brega continua en medio de las marejadas que se levantan contra la barquichuela de Pedro.

Con precisión y belleza el papa Benedicto XVI describió la naturaleza del cristianismo como el diálogo entre Dios y los hombres. El que es la Palabra eterna del Padre, el Logos, se hizo diá-logo para revelarnos su misterio de amor, responder a nuestros interrogantes y colmarnos de su plenitud. El diálogo, en sus diversos matices, es para el discípulo de Cristo elemento constitutivo de su experiencia cristiana. No somos perros mudos, advertía san Bernardo.

Este diálogo se aprende en la familia y se oficializa en la Iglesia. Desde las sencillas oraciones domésticas hasta la gran liturgia de las celebraciones, todo está impregnado del diálogo divino- humano, que, al tornarse cultura, brilla en la vida cotidiana y social. El diálogo iniciado por Dios, para ser espíritu vivificante, debe pasar necesariamente por la carne mortal. Es en la iglesia del Verbo encarnado donde resuena el espíritu con poderosa voz, para dar razón de la fe a quien lo solicite y quiera escuchar. Hasta al lobo de Gubio tuvo oídos para san Francisco.

Con motivo del asesinato de los dos padres jesuitas y de numerosísimos hermanos laicos, los Superiores religiosos y los Pastores de la Iglesia católica, elevaron concordes la voz para denunciar la violencia y exigir el respeto debido a la vida humana en su integridad. La voz firme alcanzó resonancia en el pueblo de Dios, asunto que incomodó al señor presidente, quien se expresó en público, tanto de obispos y sacerdotes como de religiosos y religiosas, con adjetivos agresivos e injustos. No los vamos a repetir. Más grave fue todavía el apropiarse de la palabra y persona moral del Papa, para amparar su discurso político, dando pie a la división y enfrentamiento dentro de la comunidad católica. Crear división a ese nivel en la comunidad católica fue siempre arma y método de sus perseguidores.

Este ominoso presagio (la sombra larga del presidente Calles y del gobernador Garrido Canabal) alertó a los pastores. No podía ser de otra manera. El secretario del episcopado mexicano prometió al señor presidente información completa y correcta para que, una vez conocida, poder iniciar un diálogo ilustrado, al cual estamos todos obligados. El informe del episcopado enumera, con fecha de publicación, contenido y fuente, más de cien títulos. Ni silencio ni hipocresía ni violencia ni sumisión por allí se asoman.

La incursión del señor presidente en el campo religioso junto con algunas de sus convicciones políticas, las analizó el historiador, ensayista liberal se dice, Enrique Krauze, en una serie de artículos publicados en su libro “Del Desencanto al Mesianismo”, capítulo VII: “Redentorismo político”, pgs.351-379; y el entorno cultural de su infancia está descrito en la obra del periodista inglés, convertido al catolicismo, Graham Greene, en “Caminos sin Ley” y en “El Poder y la Gloria”, obras un tiempo vedadas en México, editadas ahora en “Sepan Cuantos” (No. 693).

El Observador observa, opina e informa; y el ciudadano se ilustra, analiza, discierne y actúa con la soberana libertad de que goza: No hay cosa más libre que el entendimiento humano. Pues lo que Dios no violenta, ¿por qué habré yo de violentarlo?, proclamaba Sor Juana desde su claustro en respuesta anticipada a sus críticos.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de julio de 2022 No. 1410

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