Para indagar esa posibilidad (o no) Aleteia ha entrevistado a quien más conoce en México de crímenes, hostigamiento, extorsión, secuestros y las condiciones precarias con las que ejercen su ministerio los sacerdotes y religiosos en el país: el sacerdote paulino Omar Sotelo Aguilar, presidente del Centro Católico Multimedial (CCM).

Por Jaime Septién

En el conocimiento acumulado al frente del CCM, ¿la situación de hostigamiento que actualmente sufre la Iglesia en México es más grave que nunca? Hay incluso voces que hablan de una situación similar a la de 1926, antes del inicio de la Guerra Cristera…

▶ El hostigamiento que viven los sacerdotes y la Iglesia católica en la actualidad es algo muy distinto, desde luego, a lo que se vivía en 1926, sobre todo porque no es una persecución como tal: es un ataque que va más allá de una acción política.

El ataque va a deshacer algo muy importante porque el sacerdocio en México es un estabilizador social. La parroquia es un estabilizador social.

El sacerdote no solo brinda un servicio espiritual. También da a la comunidad esperanza, ayuda a migrantes, a indígenas, en educación, en medicina…

Incluso, la Iglesia llega a lugares donde las instancias políticas no llegan.

Esto puede ser una situación que “compite” con el crimen organizado: le quita muchos elementos e impide que hagan “su trabajo”.

Cuando eliminan a un sacerdote, no solo eliminan a una persona, sino que violentan a toda una institución y dejan en la orfandad a toda una comunidad.

Entonces, se desestabiliza esa comunidad y ellos se enquistan.

Primero, estableciendo la “cultura del silencio”. Acallan a la comunidad. El mensaje es claro: “Si puedo matar a un cura, puedo matar a quien sea”.

Y la “cultura del temor”: Nadie se puede mover porque lo acaban, lo exterminan.

Hay así un caldo de cultivo para la narcocultura, para la narcoeconomía y, desde luego, para la narcopolítica.

En este último sentido, podemos decir que sí es más grave esta situación de hostigamiento a la Iglesia, porque va directamente a extinguir al sacerdocio, porque el sacerdote impide su acción. Por eso se le ataca y se le quiere eliminar.

¿Crees que sea posible “pactar”, “negociar” con los capos, con los criminales mayores, con los criminales, líderes de estas bandas?

▶ Yo considero que lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios. Dios puede, ciertamente, mover los corazones.

Acercarse a las cabezas del crimen organizado es difícil porque han llegado a un grado total de deshumanización.

Nosotros cuando producimos Hermano narco, una de las propuestas, que va ligada al perdón, fue humanizar aquello que se ha deshumanizado.

El primer trabajo, antes de acercarse a pactar con el crimen organizado hay que ir por pasos.

Primero, humanizar aquello que se ha deshumanizado. Para ello es necesario ir a aquellos hombres y mujeres que se están acercando a los grupos delictivos porque no tienen otra opción.

Se puede comenzar por ahí y, poco a poco, ir subiendo. Muchos que están en esos grupos han perdido toda capacidad de amar, de realizarse plenamente. Viven el aquí y el ahora sin más trascendencia que eso.

El proceso será largo, complicado, difícil. Y más en estos tiempos en donde vemos los alcances tan tremendos en lo económico, en lo tecnológico, en el armamento que tiene el crimen organizado.

¿Cómo plantearías tú una mesa de diálogo nacional por la paz, algo que están reclamando los obispos, los sacerdotes, los religiosos, los laicos de todo el país?

▶ Es muy complicado cómo planear una mesa de diálogo por la paz.

Quiero comenzar con esto: el crimen organizado tiene dos pilares muy fuertes: recursos materiales ilimitados y recursos humanos también ilimitados.

Se alimenta de muchos jóvenes que no tienen trabajo, de formar familia, de educarse, de crecer profesionalmente.

¿Cómo planear una mesa de diálogo por la paz? Primero, con las familias, para solventar sus necesidades.

De ahí, tenemos que hacer conciencia en los jóvenes del camino que pueden tomar. Si hacemos un trabajo preventivo podemos construir la paz.

Se trata de tejer, de recomponer el tejido social de una sociedad tan lastimada como la nuestra.

Artículo originalmente publicado en aleteia.org

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de julio de 2022 No. 1410

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