Por P. Fernando Pascual
Un grupo de personas comparten continuamente informaciones sobre huelgas, despidos, sindicatos, condiciones de trabajo en oficinas y fábricas.
Otro grupo de personas intercambian con frecuencia informaciones sobre contaminación en barrios de la ciudad, en los ríos y campos de cultivo, y sobre muertes de aves en peligro de extinción.
Otro grupo de personas hablan en su chat sobre ancianos que necesitan asistencia en casa, sobre mujeres solteras que han renunciado al aborto y piden ayuda, sobre niños huérfanos que esperan una familia que los adopte.
Es natural que cada uno escoja los temas sobre los que habla según sus intereses, los cuales surgen de su modo de pensar, de ideas leídas o escuchadas, de reflexiones personales, de experiencias concretas.
Por eso se explica el fenómeno de grupos o redes que hablan una y otra vez sobre un mismo tema, pues comparten intereses y sensibilidades, y a veces deciden acciones concretas para intervenir a favor de ciertos ideales.
Resultaría interesante, sin embargo, abrirse a mundos diferentes del propio, para conocer otras sensibilidades, para percibir otros problemas, para tocar aspectos de la realidad sobre los que a veces se tiene una visión muy pobre.
Ciertamente, existen “mundos” a los cuales no tiene ningún sentido acercarse, sea porque promueven ideas injustas, sea porque incentivan al vicio, sea porque llevan a dependencias dañinas.
Pero otros “mundos” tienen una riqueza sobre la que vale tener un conocimiento al menos básico. Ello no significa dejar a un lado los propios intereses, si esos intereses son realmente buenos y de ayuda a uno mismo y a otros.
Al acercarse a un nuevo ámbito de la experiencia, más de uno podrá descubrir que el tiempo y las energías que tiene a su disposición se invertirían con más provecho en ese ámbito, aunque ello implique dejar, al menos por un tiempo, el que hasta ahora había sido su principal centro de atención.
El mundo en el que vivimos tiene un sinfín de necesidades, incluso de urgencias, sobre las que vale la pena abrir los ojos para conocer qué ocurre, cuáles son las causas de ciertos hechos, y cómo remediarlos.
No podemos, es verdad, arreglarlo todo. Pero sí podemos, con generosidad y con cariño, orientarnos a aquellos temas en los que sea posible ofrecer un granito de arena que alivie a otros seres humanos necesitados de ayuda, consuelo, esperanza y, sobre todo, amor.