Por P. Fernando Pascual
Todos tenemos una necesidad insaciable de Cristo. Quizá no somos conscientes de ello. Quizá buscamos distracciones para no tener que confrontarnos con el Maestro de Galilea. Quizá posponemos nuestro encuentro con su Amor.
Pero la necesidad sigue allí, incontenible, insaciable. Porque solo Cristo tiene palabras de vida eterna. Porque solo Él es el Pastor Bueno que nos conoce. Porque solo Él ha traído al mundo la salvación.
Un apasionado de Cristo, Giovanni Papini, expresaba esa idea con fuego y entusiasmo, como quien, tras haber gustado consuelos en el mundo y sus vanidades, sintió el vacío de todo lo que no sea Jesús, hasta que un día descubrió al Maestro.
“Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas, puedes sentir hacia todos nosotros, los que padecemos, la compasión que cada uno de nosotros siente de sí mismo. Tú solo puedes medir cuán grande, inconmensurablemente grande, es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora del mundo. Ningún otro, ninguno de los talentos que viven, ninguno de los que duermen en el fango de la gloria, puede darnos a los necesitados, a los que estamos asumidos en atroz penuria, en la miseria más tremenda de todas, en la del alma, el bien que salva” (G. Papini, Vida de Cristo, Oración final).
Sí, solo Cristo trae ese bien que salva, que rescata, que purifica, que ennoblece, que enciende un fuego de amor y de esperanza en los corazones. Papini añadía en su Oración a Cristo:
“Todos tienen necesidad de Ti, incluso los que no lo saben; y los que no lo saben, harto más que aquellos que lo saben. El hambriento se imagina que busca pan, y es que tiene hambre de Ti. El sediento cree desear agua, y tiene sed de Ti. El enfermo se figura desear la salud y su mal está en poseerte a Ti. El que busca la belleza en el mundo, sin percatarse te busca a Ti que eres la belleza entera y perfecta. El que persigue con el pensamiento la verdad, sin querer te desea a Ti, que eres la única verdad digna de ser sabida; y quien tras de la paz se afana, a Ti te busca, única paz en que pueden descansar los corazones, aun de los más inquietos”.
Sabemos que si Cristo vino al mundo es para saciarnos con un Pan de vida, es para responder a esa necesidad incontenible que tenemos de fuerza, de consuelo, de perdón, de alegría, de eternidad. Toda la existencia de Jesús se explica con una palabra: salvarnos. Así lo subraya Papini:
“Viniste la primera vez para salvar, para salvar naciste, para salvar hablaste, para salvar quisiste ser crucificado; tu arte, tu obra, tu misión, tu vida es de salvación. Y nosotros tenemos hoy, en estos días grises y calamitosos, en estos años que son una condenación, un acrecentamiento insoportable de horror y dolor; tenemos necesidad, sin tardanza, de ser salvados”.
Sí, todos necesitamos de Cristo, porque necesitamos un Salvador definitivo, capaz de vencer el pecado y la muerte, capaz de resucitar y de dar la vida, capaz de mirar a cada uno, con nuestra historia, para ofrecernos su misericordia.
Desde entonces, podemos empezar a ser, sencillamente, sus amigos, los que comen a su mesa, los que escuchan su palabra, los que se unen como hermanos, los que reciben, como la Virgen María y los Apóstoles, su Espíritu de Amor…
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