Por Jaime Septién

El poeta y activista mexicano Javier Sicilia, a raíz del asesinato en 2011 de su hijo Juan Francisco por bandas de las delincuencia organizada, fundó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) que, además de dar voz a las víctimas de la violencia y sentar a los poderes del Estado de cara a la nación, creó la Ley de Atención a las Víctimas.

 

¿El asesinato de los jesuitas, puede ser un parteaguas para que las cosas cambien en México en materia de seguridad?

▶ Lo que les sucedió a los sacerdotes, como lo que le sucedió a mi hijo, o a los muchachos de Ayotzinapa, sucede todos los días pero ya no nos conmueve. Ellos son lo que se llama en la jerga jurídica “víctimas de excelencia”. Son esas víctimas que surgen del horror. En ese momento la sociedad toma conciencia del infierno en el que estamos metidos. El Movimiento por la Paz –me choca decirlo– nació de la “víctima de excelencia” que fue mi hijo. Y sus amigos. A partir de entonces, el Estado comienza a actuar como debe actuar, no con la lógica de hacer justicia, sino para controlar los daños. Ahora, aparecen estos dos jesuitas y vuelven a concitar la indignación. Y a mí lo que me preocupa es que la Iglesia se lanza hacia adelante, manda unos comunicados muy duros, los jesuitas también, y de repente dan un paso atrás.

¿Nos quedamos solamente con la oración?

▶ Estas jornadas de oración –yo no digo que la oración no sea importante—deberían ir acompañadas por la acción. El Estado, ahora controlado por Andrés (Manuel López Obrador) controla todo el daño. Empieza a bajar el poder de convocatoria y de indignación que genera el horror de la muerte de estos dos jesuitas, y nos empezamos, otra vez, a diluir en el infierno, en la cotidianidad de los crímenes.

¿Tiene la Iglesia o la comunidad jesuítica capacidad de convocatoria?

▶ En el caso de los jesuitas, no la veo. Está ahí, pero no se está articulando. No se articuló en el caso de los muchachos de Ayotzinapa.

¿Pero sí tiene la fuerza para mover a México?

▶ La Iglesia es una institución que tiene toda la fuerza para convocar a una nación (porque no solo es la tradición de la Iglesia, es la tradición jesuítica y el Papa, al que le asesinaron a dos de sus hermanos), una fuerza inmensa, que podría llegar a poner un “hasta aquí”. Para crear una política de seguridad, de paz, de justicia, de verdad, etcétera. Tiene que mirarse el problema integralmente.

¿Qué tenemos que cambiar en términos de sociedad y de Iglesia para que la iniciativa de diálogo nacional no termine con “dos asesinatos de excelencia” más?

▶ El problema es muy complejo. El diagnóstico indica que hay un Estado que está capturado por el crimen organizado y por la lógica criminal. No queremos aceptarlo. Es muy difícil hacerlo. Aceptar que la familia y la casa en la que uno vive está destruida. Que el padre es un alcohólico que golpea a la madre y que la madre es una prostituta y que el hijo es… Cuesta mucho trabajo pensar que hay que empezar a construir desde cero. El Estado es eso: esa casa que custodia la vida de los ciudadanos, y de repente esa casa está capturada, está podrida.

Después de todo lo que has pasado, ¿tienes alguna esperanza?

▶ Ahora yo tenía la esperanza de que, tras el doloroso asesinato de los jesuitas, la Iglesia tomara el relevo y que leyera la historia del proceso del Movimiento por la Paz y de todo lo que hemos realizado, para que tuviera elementos de articulación y no pensar que están empezando de cero. Pero no ha habido ningún eco. Está bien que oremos, pero la justicia, la verdad, no le corresponde a la ciudadanía, le corresponde al Estado. Y en este caso el Gobierno, que representa al Estado. Sea de derecha o de izquierda. No importa. Les corresponde una labor humana que no es la función de la Iglesia.

¿Cuál piensas tú que es la función de la Iglesia?

▶ La función de la Iglesia es denunciar. Decir, señores, se está faltando a un principio fundamental que es la vida humana, la dignidad humana. Y eso les corresponde a ustedes hacerlo. A nosotros nos corresponde decir que no podemos seguir así. Nos corresponde –es lo que yo pensaría—llevar a los expertos. Llevar los diagnósticos. ¡Sentémonos! Andrés (Manuel López Obrador), tienes que llamar a la unidad nacional, déjate de pleitos. A los partidos, déjense de pleitos y de frivolidades. El tema no son las elecciones, el tren maya, el tema es la paz, el tema es la verdad, la justicia. Es salvar la dignidad democrática. Yo esperaría eso de mí Iglesia.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de septiembre de 2022 No. 1417

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