En 1958 Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, era un joven sacerdote y profesor de teología que ya denunciaba la existencia de un “nuevo paganismo que crece inexorablemente en el corazón de la Iglesia, y que amenaza con socavarla desde dentro”.

Explicaba que la Iglesia en Europa ya no estaba siendo, “como en el pasado, una Iglesia formada por paganos que se han convertido en cristianos, sino una Iglesia de paganos que todavía se llaman cristianos pero que de hecho se han vuelto paganos”. Y advertía que esto arreciaría en el futuro.

Efectivamente, eso que señalaba hace 64 años ya también es patente en el resto del mundo, por ejemplo en México, donde, de acuerdo con estadísticas del Pew Research Center, el 90% de la población afirma ser cristiana (católica el 77%, y protestante el 13%), pero en su realidad diaria no se le nota este supuesto cristianismo.

Por ejemplo, el 40.9% de los mexicanos se declara a favor del aborto (Mitofsky, 2022); el 58% está de acuerdo con la drogadicción recreativa con mariguana (Mitofsky, 2019), y el 36% ha dicho estar a favor del “matrimonio igualitario”, y en el rango de los menores de 30 años esta aceptación se eleva hasta el 61% (El Financiero Bloomberg, 2016).

Es entonces evidente que la fe cristiana no está siendo bien transmitida a las nuevas generaciones. Muchos jóvenes todavía creen ser católicos, aunque sus creencias sean radicalmente opuestas a las de la fe católica.

En 1994 un grupo de obispos españoles escribió una carta pastoral titulada Evangelizar en tiempos de increencia, en la cual reconocían que “la indiferencia religiosa de nuestros tiempos no es, por lo general, fruto de una decisión personal ni conclusión de un razonamiento teórico.

“Es más bien el resultado práctico de un clima donde lo religioso se ha ido tornando irrelevante al ir perdiendo importancia y prestigio sociales”.

Y, por desgracia, hay muchos que “tratan de recuperar la audiencia y el prestigio perdidos adaptando la fe a los criterios del mundo moderno, con el riesgo de configurar el mensaje evangélico desde ideologías más aceptadas hoy, y de sustituir la salvación y la esperanza cristiana por el logro de metas históricas concretas”.

Por eso hoy es tan común escuchar predicaciones donde prácticamente no se habla de Cristo y sus enseñanzas, donde nada mueve a desear alcanzar la vida eterna; todo se centra en hablar del combate a la pobreza, de buscar la paz, de promover el respeto a la creación, etc., cosas ciertamente buenas, pero todo como si esta vida fuera la única.

Así, “poco a poco se va imponiendo un estilo de vida sin ningún horizonte de trascendencia, instalado en la contingencia de cada día, sin más atractivo ni valores convincentes y operantes que la felicidad inmediata”.

Hay que retornar, pues, a la transmisión de la fe, a la predicación del verdadero Evangelio, del Evangelio completo, sin temor al rechazo o al “qué dirán”; porque el Evangelio es el anuncio de la Buena Nueva de Cristo muerto y resucitado para la salvación de cada uno de los hombres, y esa Buena Nueva no puede ser superada por otra mejor, nunca pierde vigencia y sigue siendo poderosa para transformar de forma radical y maravillosa las vidas de todos, incluyendo las de niños, adolescentes y jóvenes.

TEMA DE LA SEMANA: “CÓMO TRANSMITIR LA FE (SIN SONROJARSE EN EL INTENTO)”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de septiembre de 2022 No. 1420

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