Por P. Fernando Pascual

El fenómeno de compartir en las redes sociales puede ayudarnos a comprender un poco cómo Dios comparte continuamente detalles de cariño.

Dios comparte su imaginación inagotable, en este universo lleno de estrellas y de margaritas, de montañas y de praderas, de océanos y de arroyos.

Dios comparte su prodigalidad desde árboles frutales, espigas fecundas, miel de abejas y aguas cristalinas.

Dios comparte su belleza en amaneceres serenos, en nevadas y en tormentas, en atardeceres arrullados por grillos que giran en medio de la hierba.

Dios comparte su ternura en el cariño de cada madre y cada padre que se desviven por sus hijos, que los protegen ante los peligros, que les ofrecen pan, educación y esperanza.

Dios comparte su misericordia al darnos a su Hijo, al entregarnos la Eucaristía, al ofrecernos en el sacramento de la penitencia un perdón que rescata y que purifica.

Dios comparte su mismo Amor, al entregarnos el Espíritu, que se derrama en nuestros corazones y nos permite llamarle Padre (cf. Rm 5,5).

Dios comparte su cercanía desde hombres y mujeres que sirven a los enfermos, que ayudan a los pobres, que consuelan a los tristes, que promueven la paz y la justicia.

Dios comparte, y desea que prestemos atención a sus mensajes, que le dejemos un espacio en nuestros corazones, y que luego reenviemos sus dones para que otros puedan sentir la ternura de su Amor de Padre.

Si nos gusta que otros hagan “like” a lo que compartimos, si nos sentimos felices al ver noticias bellas que otros nos reenvían, también Dios experimenta una alegría inimaginable cada vez que le damos gracias por todo lo que nos da continuamente, y cada vez que damos gratis lo que gratis hemos recibido…

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