En las Naciones Unidas, en Nueva York, el Observador de la Santa Sede, monseñor Gabriele Caccia, volvió a hablar de armamento y seguridad internacional: la tecnología del ciberespacio debe usarse para cooperar y no para competir, las armas pequeñas son una plaga que hay que erradicar
Por Alessandro De Carolis – Vatican News
Respeto a la vida y tráfico de armas. O el «uso malicioso» de las tecnologías. El alfa y el omega de una batalla que el Papa ha librado personalmente en nombre de los primeros y contra los segundos. Y la voz de Francisco llega al Palacio de Cristal de las Naciones Unidas, amplificada por el arzobispo26, que intervino ayer en dos ocasiones durante el debate en la Primera Comisión de la 77ª Sesión de la Asamblea General de la ONU. Dos discursos distintos estrechamente unidos por el denominador común del armamento, ya sean las extendidas armas ligeras que alimentan la delincuencia común, o los sofisticadísimos sistemas de la silenciosa pero no menos letal guerra que se libra en el ciberespacio.
De la competencia a la cooperación
En el primer caso, al hablar de las TIC, las tecnologías de la información y la comunicación, el representante del Vaticano comienza con una clara afirmación extraída de Laudato si’: «nuestro inmenso desarrollo tecnológico no ha ido acompañado de un desarrollo de la responsabilidad, los valores y la conciencia humana». Un aspecto que se capta con nitidez al abordar la cuestión de la red de sistemas interconectados que constituye el ciberespacio, cuyo uso -señala monseñor Caccia- «exige que todos pasen de un paradigma de competencia a otro de cooperación». Incluso el trabajo en este campo, afirma el prelado, «debe respetar la dignidad intrínseca de toda persona humana», lo que se traduce en el derecho a la intimidad y, por tanto, a la protección de los ciudadanos «de la vigilancia intrusiva», salvaguardando sus datos personales «del acceso no autorizado».
Los Estados -es la invitación del observador de la Santa Sede- deben garantizar la protección de «sus propias infraestructuras críticas» (hospitales, redes de agua, centrales eléctricas) pero al mismo tiempo «abstenerse de cualquier actividad que dañe intencionadamente las infraestructuras críticas de otro Estado». Y agrega, debe ser un criterio de justicia el que guíe «sus acciones en el ciberespacio» y «esto requiere que los Estados que estén en condiciones de hacerlo contribuyan eficazmente a los esfuerzos para cerrar la brecha digital» hacia aquellas naciones «que no tienen una participación igualitaria en los frutos de la revolución digital».
Las armas pequeñas, un horror a erradicar
En lo que respecta a la lucha y erradicación del tráfico ilegal de armas pequeñas y ligeras, conocidas como «SALW» -el tema del otro discurso de Monseñor Caccia en la ONU- la recomendación de la Santa Sede es que se refuerce y se aplique plenamente de forma multilateral el «Programa de Acción» creado ad hoc para contrarrestar su uso, junto con el «Instrumento Internacional de Rastreo» (ITI), que son medios importantes, subraya, «para obstaculizar seriamente los efectos nocivos de la difusión incontrolada de las armas ilegales». Las armas pequeñas pueden ser consideradas «de destrucción limitada», pero «cada año», señala el prelado, «se cobran cientos de miles de víctimas en todo el mundo y su terrible impacto es generalizado y devastador para la humanidad», en manos como están de «terroristas, crimen organizado, bandas y grupos que trafican con seres humanos y drogas».
Aunque los esfuerzos en este sentido «han sido fragmentarios y limitados», la Santa Sede -concluye monseñor Caccia- «acoge con satisfacción» el compromiso internacional firmado el pasado verano en Nueva York que prevé una mayor «coordinación de los mecanismos nacionales de control» con vistas a la Conferencia de Revisión del Programa de Acción y la ITI prevista para 2024.