Escribe san Pablo a Timoteo: “La mujer se salvará por su maternidad, mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad” (I Timoteo 2, 15).

La visión simplista concluye que, si una mujer no da a luz a al menos un hijo, se irá al Infierno; mientras que las feministas protestan al entender que la salvación eterna de las mujeres depende de su capacidad reproductiva.

El problema con este versículo radica en entenderlo de forma meramente material, es decir, biológica. Lo que se necesita es interpretarlo siguiendo la más profunda teología, y en este sentido la frase de san Pablo señala que las mujeres no tienen que renunciar a ser mujeres para ser santas; es decir, ellas deben poner las cualidades que les son propias al servicio del plan de Dios, y la cualidad fundamental de toda mujer es la maternidad.

Maternidad espiritual

Pero la maternidad puede ser tanto física como espiritual: por eso santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), que nunca fue madre biológica, decía que la mujer está llamada a llevar esa maternidad a todo lo que haga.

En las Sagradas Escrituras aparece claro cómo esa maternidad es parte fundamental del precioso plan de Dios.

  • Eva recibió tal nombre por ser “la madre de todos los vivientes” (Génesis 3, 20), pues viene del hebreo hava, que significa “vida”.
  • En la Santísima Virgen María se cumple perfectamente la frase de san Pablo, pues por su maternidad, por aceptar ser la Madre de Dios, es que ha llegado a todos la salvación. Ella es Madre de la Iglesia no porque haya engendrado físicamente a todos los cristianos, sino por su maternidad espiritual, que es lugar de gracia y de salvación para Ella y para los demás.

Esterilidad y heroicidad

En el Antiguo Testamento la esterilidad era vista como una desgracia, como causa de oprobio, pues Dios había ordenado: “Sean fecundos y multiplíquense” (Génesis 1, 28).

Pero todos los pasajes bíblicos relativos a esto tienen una función teológica, pues muestran que sólo Dios da la vida, y que la llegada inesperada de un hijo es signo de la fidelidad de Dios, como cuando prometió a Abraham, casado con la estéril Sara: “Te haré fecundo sobremanera, sacaré pueblos de ti” (Génesis 17, 6).

Y así se pueden leer casos como los siguientes, donde las mujeres, providencialmente convertidas en madres, dan un paso sorprendente y heroico, renunciando a moldear o mantener a su lado al amado hijo, según su personal deseo, sino que lo entregan por completo a Dios:

  • La madre de Sansón, cuyo nombre se desconoce, que era físicamente estéril y a quien Dios le envía a un ángel a anunciarle su próxima maternidad, y le pide que le consagre a su hijo por medio del nazireato (Jueces 13, 2-7).
  • Ana, la esposa estéril de Elcaná, que suplicó a Dios en su templo por un hijo varón, haciendo el voto de entregarlo “a Yahveh por todos los días de su vida”, dando entonces a luz al profeta Samuel (I Samuel 1, 1-28).
  • Santa Isabel, cuyo único hijo, san Juan Bautista, fue concebido cuando ella y su esposo, Zacarías, eran ya de edad avanzada; y Juan, que quedó lleno del Espíritu Santo en el mismo seno de su madre (Lucas 1, 5-17), fue criado por ella en el más puro ascetismo y de manera oculta en el desierto, “hasta el día de su manifestación a Israel” (Lucas 1, 80).

TEMA DE LA SEMANA: “LA FUERZA DE LA MUJER EN LA BIBLIA”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 2 de octubre de 2022 No. 1421

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