Misterios de la Biblia

La creencia en los fantasmas es tan antigua como universal. En todas las épocas el ser humano se ha topado con fenómenos extraños, inmateriales, que no encajan en las leyes naturales. Y esos fenómenos llegan a ser tan parecidos en todos lados, que no asombra que hasta en la Biblia se mencione a los fantasmas:

En el libro de Job, escrito unos 500 años antes de Cristo, Elifaz le describe al patriarca un encuentro nocturno que tuvo con un fantasma (Job 4, 12-19); el rey Saúl, acudiendo a la bruja de Endor, tiene un encuentro con el espíritu del profeta Samuel, que ya había muerto (I Samuel 28, 4-25); Judas Macabeo tuvo una visión de dos fallecidos: el sumo sacerdote Onías, al que ve orando por los judíos, y el profeta Jeremías, y ambos hablaron con Judas (II Macabeos 15,11-16).

Los discípulos de Cristo dos veces llegaron a pensar que el Señor era una figura fantasmal: la primera, cuando navegaban y Jesús fue hacia ellos:

“Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: ‘¡Es un fantasma!’ Y daban gritos de terror” (Mateo 14, 26).

La segunda, cuando, después de la Resurrección, Cristo se les apareció y ellos creían ver de nuevo un fantasma. Pero Jesús les dijo: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy Yo mismo. Tóquenme y vean. Un fantasma no tiene carne ni huesos, como ven que Yo tengo” (Lucas 24, 37ss).

La palabra fantasma viene del latín phantasma, que a su vez es de origen griego y significa “aparición”.

El protestantismo, como niega el Purgatorio y la Comunión de los Santos, supone que toda aparición fantasmal verdadera es necesariamente una manifestación demoníaca.

En la Iglesia católica no existe una enseñanza oficial sobre el tema, pero no se descarta que entre estos fenómenos pueda haber efectivamente algunos de origen diabólico; sin embargo, siguiendo a santos como los doctores de la Iglesia san Gregorio Magno, san Agustín o san Juan de la Cruz, otras veces se trata de almas condenadas, o de ánimas del Purgatorio que Dios permite que vengan a pedir la ayuda intercesora de la Iglesia militante, o incluso puede haber casos de “almas perdidas”. A la beata Ana Catalina Emmerick le fue revelado que “hay almas que no están ni en el Purgatorio, ni en el Infierno ni en el Cielo”, y que suelen deambular “en lugares desiertos, en las tumbas, en edificios ruinosos o en lugares donde se han cometido malas acciones o delitos”. La experiencia de los exorcistas vendría a confirmar todas estas categorías de “aparecidos”.

TEMA DE LA SEMANA: “¿ES IGUAL DÍA DE MUERTOS QUE DE LOS SANTOS O DIFUNTOS?”

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de octubre de 2022 No. 1425

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