Por P. Fernando Pascual

En una obra titulada Mi testamento filosófico, Jean Guitton ofrecía una interesante definición de cobardía, que consistiría en “buscar la aprobación, no la verdad; la conformidad, no la comunión”.

Desde luego, existen otros modos de definir la cobardía, una cobardía que nos lleva a evitar ciertos problemas, riesgos, amenazas, para alcanzar seguridad, para defender el propio placer, para mantenerse a flote sin daños relevantes.

Pero definir la cobardía como renuncia a la verdad implica reconocer que, en ocasiones, el amor a la verdad tiene sus peligros, pues defenderla pueda llevar a rechazos, a desprecios, incluso a peligros para la propia vida.

Si definimos a la cobardía como búsqueda de la aprobación (de otros) y renuncia a la verdad, la valentía consistiría en la búsqueda de la verdad, incluso a costa de perder la aprobación de otros, la propia reputación y el afecto de los demás.

Ciertamente, la búsqueda de la verdad resulta “tranquila” en la mayoría de los casos y no comporta peligros. Esto vale a la hora de estudiar matemáticas, de profundizar en física y astronomía, en enriquecer la cultura literaria.

Pero cuando uno intuye que poderosos medios de comunicación difunden mentiras sobre temas claves para la vida social, cuando uno constata que la mayoría de la gente se somete a ideas absurdas y renuncia al pensamiento autónomo, hace falta mucho valor para ir contracorriente y mantener la mente abierta hacia la verdad.

Casi todos los pueblos y casi todas las épocas han condenado la cobardía y han exaltado la valentía como pilares para construir visiones éticas sanas y compartidas.

A pesar de ello, miles de seres humanos han preferido someterse a la mentira de dictadores sin escrúpulos o a los prejuicios dominantes, incluso los que van en contra del sentido común y de la evidencia de los hechos.

Por eso, hoy, como en el pasado, hace falta que hombres y mujeres valientes, dispuestos incluso al martirio, den testimonio de la verdad, y muestren que, frente a la mentira, vale la pena todo esfuerzo por avanzar, aunque sea un poco, en ese camino que nos da el acceso a verdades que son esenciales para alcanzar una vida plena, justa y bella.

 

Imagen de Niek Verlaan en Pixabay


 

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