Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El profeta Isaías ofrece un signo profético al dubitativo rey Ajaz, para que sepa que Dios será fiel a su Alianza; no debe de temer ni hacer una alianza política con los poderosos circunvecinos: ‘La virgen concebirá y dará a luz un hijo y su nombre será ‘Emmanuel’, El inmanú, que quiere decir ‘Dios con nosotros’ (7, 10-14).

No se ha de separar la Virgen y su Hijo; ambos son el ‘signo’ de que Dios está con su Pueblo de Israel y lo estará con el Israel de Dios, la Iglesia y la humanidad.

Virgen en hebreo se dice ‘almáh’ que significa virgen joven; no ‘betuláh’ que significa virgen anciana. La traducción de los LXX y el mismo san Mateo lo traduce por ‘parthenos’ que significa virgen.

Con este texto de Isaías y el texto del evangelio de San Mateo, somos introducidos al corazón mismo de la Navidad, diríamos histórica; la celebramos al modo litúrgico. Nos conviene previamente contemplar la Navidad de modo teológico, para desentrañar el sentido profundo de este misterio admirable.

Dios en Cristo se ha hecho Emmanuel, el Dios con nosotros asumiendo la naturaleza humana y sus condicionamientos.

El diálogo de Dios con su pueblo, era a través de los profetas; en cierta manera no era inmediato.

Cristo corta distancias y se hace cercano: es Dios y a la vez Hombre: entra plenamente en la Historia; se acerca a la humanidad en su humanidad, de modo inaudito y admirable. Ésta es la Alianza nueva y eterna. No puede darse mayor cercanía y unidad que la de ‘encarnación’ para ser ‘Dios con nosotros’.

Jesús y Cristo; el Jesús de la Historia es el Ungido, es Cristo, Dios y a la vez Hombre. El Omnipotente se hace débil, el ‘totalmente Otro’ se hace totalmente ‘Semejante a nosotros’, menos en el pecado.

La herejía docetista, no acepta realmente el misterio de la Encarnación. Cristo, -según ésta, tendría una humanidad aparente. Esto es un engaño y contradice las Escrituras. El dicho iluminador de los Padres de la Iglesia, ‘lo no asumido no es redimido’. Recalca lo divino y niega lo humano en Cristo Jesús. San Juan en su Evangelio lo dice taxativamente: ‘Y la Palabra- Verbo se hizo carne-hombre, -kaì ho Lógos sárcs egéneto (1, 14).

En el tiempo contemporáneo, más bien se ha acentuado lo humano, hasta el punto que algunos han negado la divinidad de Jesús. San Pablo VI, confirma nuestra fe a través de su poco conocido ‘El Credo del Pueblo de Dios’, que en momentos turbulentos nuestro timonel, el Papa, guió la Barca de Pedro, la Iglesia. Sin meternos con ciertos teólogos contemporáneos, bástenos recordar a María Magdalena que en la obra de ‘Jesus Christ Superstar’,-Jesucristo Super Estrella, canta ‘Jesús, sin embargo, es un hombre y solo un hombre’.

Nosotros con san Pedro confesamos ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’ y con toda la fe de la Iglesia de todos los siglos: ‘.Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho, que por nosotros, los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre… (Credo Niceno-Constantinopolitano).

Él ha puesto ‘su tienda entre nosotros’ (cf Jn 1,14); camina con nosotros, nos acompaña.

Jesucristo está siempre con nosotros, en el Sacramento de la Eucaristía de modo singular, admirable y extraordinario, pero también puede sentirse su presencia en nuestro interior.

El Emmanuel, se llamará Jesús ‘porque el salvará a su pueblo de sus pecados’ (Mt 1, 18-24).

El protagonista del Evangelio es Jesús,- Jesh-Yah, es decir, Yahwéh salva.

Jesús es el Salvador, no el autócrata político que se cree Dios o se siente Dios porque domina a un pueblo y lo engaña con su ideología política, ilusoria y que tarde o temprano se llevará el viento.

Jesús el Salvador, salva del pecado y de todas sus consecuencias; salva a toda persona humana sin distinción de razas, condición social o nacionalidad. Su salvación es para todos. Su salvación es sobre el mal, sobre las injusticias, la violencia y la muerte. Su salvación se da en la Historia y trasciende la misma Historia en virtud de su Resurrección y nuestra participación en ella.

Ante el nombre de Jesús, ‘ toda rodilla se dobla en los cielos, en la tierra y en los abismos (inifiernos) y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre’ (Fil 2, 10).

Más allá del folklor navideño, es necesario ante el Nacimiento o Belén, en un lugar tranquilo y silencioso, busquemos el encuentro con Jesús Niño; abrirle la profundidad del corazón ante el misterio de su presencia. Ésta es la experiencia según la cual se puede adentrar uno en el misterio del nacimiento de Jesús. Experimentar que en verdad Dios está con nosotros, le da el sentido profundo a nuestra vida; en él encontramos el rumbo como Camino a seguir, como Vida a vivir, como Verdad a proclamar. Este Niño es la Luz del mundo; quien lo sigue no andará en tinieblas, porque tendrá la Luz de la vida.

Si nos acercamos así a Dios Niño, él descubrirá su presencia de Emmanuel, -Dios con nosotros y así podremos acercarnos a los demás con un corazón iluminado.

Jesús Niño, está cerca de su Madre, está con su Madre; ella nos muestra cómo debemos acercarnos a su Hijo; ella lo pone en nuestras manos para que lo arrullemos, para que lo besemos y lo llevemos para siempre en el interior del corazón. Con este Niño aprenderemos a ser niños ante el Padre Dios y a tener el estilo para relacionarnos con los demás; si llevamos al Emmanuel con nosotros, lo podremos compartir con los demás y participar de su salvación, Camino, Luz y Vida de la vida.

 

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay


 

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