La persona celosa no es consciente de la minusvalía que tiene de su propia persona y de los reproches que se hace permanentemente.
Por Rebeca Reynaud
Los celos son un fenómeno universal, pero no se manifiestan por igual en todas las personas. La historia personal y familiar, los factores constitucionales y el uso de la propia libertad, determinan el carácter que se va formando en cada ser humano. Por eso se dice que el carácter de un hombre es su destino.
Los celos están arraigados en la estructura caracterológica, motivan la conducta humana y forman parte de las pasiones irracionales del hombre o de la mujer, porque salen del campo de la conciencia y del manejo personal.
En todos los niveles
Los celos se presentan en algunas parejas, pero también los hay a nivel de amistad o a nivel familiar. Cierto tipo de celos son normales, como el caso del niño que se encela porque se le da más atención a un hermanito que a él; y en este caso se puede educar en generosidad, haciendo razonar al niño en la necesidad de la solidaridad y la unidad familiar.
Los celos normales pueden surgir ante la evidencia de infidelidad. Los celos anormales y el amor neurótico se presentan donde hay una inseguridad básica. Se sospecha de la persona amada –duda- y todo el día se le molesta con el tema de los celos. Cuando una persona sospecha y no tiene pruebas, se trata de celos anormales, patológicos; hay un sentimiento de inseguridad muy profundo, al que se añade la incapacidad de amar y un desprecio por sí mismo. Si no se corrige a tiempo se va al fracaso sin remedio.
Existen también los celos profesionales, que no son verdaderos celos sino envidia. ¿Qué es lo que los separa?, ¿cuándo es envidia y cuándo son celos?; la persona celosa tiende a ser envidiosa y viceversa. En ambos hay un sentimiento de pertenencia.
Lo que no tenemos
La envidia parte de sentir que una persona tiene bienes que deseamos y que no poseemos. Se envidia un medio que tiene otro individuo: cualidades físicas, espirituales o intelectuales, dinero y objetos que dan prestigio o halagan la vanidad.
En los celos, otra persona tiene valores y cualidades de las que uno carece. Lo que se busca es aquello que se teme perder, el fin mismo. Inmediatamente se produce una situación de autocrítica: “¿En qué soy inferior?”, ¿por qué él o ella tiene esta situación y yo no?”. La hostilidad del celoso se dirige contra supuesto el rival que quita algo que se cree nos pertenece. El celoso puede provocar lo que no quiere cuando exagera su postura.
Una vez que los celos han tomado posesión de la persona, ejercen una fuerza compulsiva sobre ella. Difícilmente un marido conseguirá seguir mirar con los mismos ojos a su mujer, una vez que le han insinuado una duda acerca de su fidelidad. Y es que la sospecha envenena la mente. Una vez que ha entrado en ella, transforma todos los datos en indicios y todos los indicios en pruebas.
Interiormente, el celoso está inseguro, teme perder el objeto o la persona amada, cree no poseer las cualidades que tiene su rival. Los celos invariablemente forman parte del amor neurótico. Como base está un cuestionamiento personal; detrás de la falta de fe en la permanencia y continuidad de la pareja existe una falta de fe en sí mismo.
Una mujer le dijo a su novio:
-No me quieres porque no estás celoso.
Esto se relaciona con los celos institucionalizados. En algunas culturas es necesaria una demostración de celos (real o ficticia), como demostración de amor.
Se da el caso de que la mujer tenga celos del trabajo o de los amigos del marido. Aquí la mujer tiene un fuerte sentido de posesión.
En el amor maduro hay conocimiento, cuidado y respeto hacia el ser querido. En el amor neurótico, no hay estas características y el sujeto se siente ofendido y abandonado. Aquí la atención está centrada en las propias necesidades más que en las necesidades del otro. No se pregunta: “¿Qué necesitas?”, sino “¿por qué no me satisfaces?”… No hay libertad personal.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de diciembre de 2022 No. 1433