Por P. Fernando Pascual

Estalla una bomba. Los medios informativos indican que los terroristas pertenecían a tal grupo internacional.

Encuentran una fosa con decenas de cuerpos. En las noticias afirman que fueron asesinados por los soldados de un ejército concreto.

Se difunde un mensaje provocativo en las redes sociales. En la prensa acusan a un político de haberlo puesto en circulación.

Con el pasar del tiempo, a veces después de varias horas o de varios días, se descubre que las noticias eran erróneas, por no llamarlas falsas.

La bomba no era de ese grupo terrorista, sino de otro. La fosa contenía cuerpos de asesinados por el otro ejército. El mensaje provocativo fue inventado por un hábil “hacker” y no por este o aquel político.

¿Cómo evitar que se difundan tan rápidamente noticias falsas? ¿Existe un modo de evitar este tipo de engaños, algunos gravísimos porque dañan la fama de personas inocentes?

Algunos aprovechan estas situaciones para exigir más censura, lo cual genera muchos problemas y grandes peligros contra la libertad de información.

En cambio, sería de gran utilidad enseñar a los periodistas y agentes de la información, y a los destinatarios (el gran público) a afrontar estas “informaciones” con prudencia.

La prudencia del buen periodista se fijaría en lo esencial del dato y en el origen de las primeras informaciones, sin llegar a conclusiones precipitadas.

Así, frente a la bomba que ha provocado varias muertes, diría solamente que hubo una explosión, que la policía o los hospitales hablan de X víctimas, y que el gobierno piensa que la culpa sería de tal grupo terrorista, aunque la investigación sigue abierta.

De este modo, no se da por hecho que esos terroristas concretos hicieron el atentado, sino que se sospecha de ellos. Así, la noticia se limita a decir lo que se sabe por ahora, y que la prensa sigue a la espera de nuevas informaciones.

Por su parte, los lectores prudentes se dan cuenta en seguida de que el hecho es demasiado reciente y de que hay intereses de unos para acusar a otros de haberlo provocado, por lo que se mantienen cautos al leer las primeras noticias.

No resulta fácil, en un mundo de tantas prisas y de tantos intereses, vivir la prudencia ante las informaciones que llegan en oleadas imparables.

Pero si cada uno aprende a mantenerse atento a lo que se sabe, si deja a un lado hipótesis no probadas, y si desconfía de noticias de última hora en temas complejos que requieren muchas indagaciones, evitaremos la difusión dañina de noticias falsas, y estimularemos a los periodistas a ir a fondo a la hora de investigar cada uno de los hechos que merecen ser conocidos por la sociedad.

 

Imagen de Karolina Grabowska en Pixabay

 


 

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