La maestra Yolanda Reynoso Pérez, responsable de las discapacidades a nivel intelectual y neuronal, y el padre Alejandro Reynoso Pérez, encargado diocesano de la Pastoral para Personas con Discapacidad, nos cuentan cómo ha sido esta experiencia de escuchar, ayudar, comprender e integrar a aquellos miembros de la Iglesia que por diversos motivos estaban alejados, y cómo su método de enseñanza ha sido modelo para otras diócesis
Por Rubicela Muñiz
Maestra, ¿cómo es que se integra al equipo de catequesis especial?
▶ Maestra Yolanda: Me integro porque conozco al padre Alejandro, él nos hace la invitación a varias maestras y el interés primordial era el trabajo con niños especiales y yo soy maestra de educación especial. Desde ahí me atrapó porque el manejo de estos niños es una situación difícil.
Cuando iniciamos sabíamos que debíamos tener las herramientas adecuadas para poder dar el seguimiento, la evangelización y saber la forma en cómo tratar y educar a un niño especial.
¿En qué está basado el método de enseñanza que imparten?
▶ El método de enseñanza que se imparte está basado en la pedagogía religiosa y ha tenido modificaciones de acuerdo a las apreciaciones de las catequistas, las maestras, los sacerdotes y las necesidades de cada niño, ya sea un autista, un down, un ciego, alguien con parálisis cerebral o alguien con trastorno.
Se trabaja de forma muy personalizada en contenidos y en actividades, más no se trabaja uno a uno porque no tenemos tantas catequistas y las cuestiones económicas también pesan.
¿Las catequistas reciben capacitación?
▶ Se capacitan a través de situaciones reales. Se les da la sensibilización de todas las disciplinas que tenemos, pero cuando llega el semillero a la iglesia empezamos a preparar dependiendo de los niños que lleguen. Ahorita ha crecido porque ya no nada más trabajamos con discapacidades generales, sino que también trabajamos con niños de fase terminal de cáncer, con niños de la calle, con niños de casas hogares, que son el punto de partida.
¿Ya no solo con niños especiales?
▶ No. Los grupos de catequesis regulares tenían niños con disfunción de aprendizaje y esos niños tardaban hasta tres años en hacer la Primera Comunión. Entonces, a raíz de eso ya no solo fueron discapacidades, sino que tuvimos que apoyar en estas necesidades.
También las catequistas se preparan en primeros auxilios y tenemos apoyos psicológicos, terapéuticos, médicos, maestros en educación física y mucha estimulación.
¿Cuáles son los frutos que usted ha cosechado y los frutos que ve reflejados en todo este trabajo?
▶ Uno de los frutos es la integración social, la integración de la misma sociedad. Teníamos niños que no podían asistir a la iglesia, no podían asistir a una comunidad. Y el hecho de que la Iglesia haya hecho este llamado y esta invitación y prepare a las catequistas, los padres de familia se acercan a la Iglesia, acercan a sus hijos y la misma comunidad se da cuenta que existimos, que existen niños especiales y que son como todos. Simplemente tememos algo que nos hace diferentes, pero somos únicos.
Es un gusto llegar a las parroquias, a las actividades, y ver que son uno mismo. Dejan de ser “la persona con discapacidad” para ser solamente “la persona” que vive, que pertenece a un movimiento, a un trabajo. Está encaminado a seguir los pasos de evangelización y esa parte es muy bonita, porque una vez que salen de su casa no los dejamos que se vuelvan a encerrar.
Los frutos
- Preparan alrededor de 200 niños especiales por mes.
- Comparten su método de enseñanza con lugares como Celaya, León, Irapuato, Cancún, Puebla, Estado de México y Tijuana.
- Las catequistas son capacitadas en diferentes áreas para brindar la mejor atención.
Padre Alejandro, en sus años de servició, ¿cómo ha visto la evolución de la Iglesia en cuanto a la inclusión?
▶ Padre Alejandro: Ha sido difícil desde todas las áreas. Por un lado, desde la misma vida sacramental estábamos acostumbrados a decir “pobrecitos, dales el sacramento y punto”, o incluso algunos por formas de pensar dicen “no lo necesitan”. Y la catequesis especial fue rompiendo esas barreras. Ciertamente no es negárselo, ni tampoco dárselo como si fuera cualquier cosa, es un sacramento, es una experiencia viva de Dios.
Cada día más sacerdotes van comprendiendo la necesidad de atender a los niños especiales en la vida de la fe. No negárselos, pero tampoco dárselos así nada más, sino prepararlos en sus niveles.
¿Todo este trabajo es parte de la sinodalidad que tanto nos insiste el Papa Francisco?
▶ Sí, es caminar juntos. Yo creo que como seres humanos y como hijos de Dios, no podemos hacer distinción ni diferencia. Ciertamente los métodos son diferentes porque las realidades son diversas, pero no discriminación o choques, simplemente acompañamiento a las personas que así lo requieren desde nuestra área. Hay muchas más áreas de trabajo, desde los niños de la calle, los presos, los enfermos, pero desde donde nos toca a nosotros, pues, estamos en ese vínculo con todas las demás expresiones para caminar juntos en la fe. Métodos y formas diferentes, sí, pero un mismo fin: que conozcan, amen y sigan a Dios. Ese es el caminar de la iglesia y lo hacemos junto con ellos.
Además de estas, ¿qué otras voces tiene la Iglesia pendientes de escuchar?
▶ Son muchas, muchas realidades. Yo creo que son muchas voces las que tenemos que atender y siento que la Iglesia ha estado atenta, ha escuchado las voces, pero como dicen: “El campo es mucho y los trabajadores pocos”. Pero cada día más laicos comprometidos se van agregando, junto con los pastores, las religiosas y religiosos, cada día asumen un papel muy importante.
Yo creo que la Iglesia tiene que ver cómo romper esas barreras de prejuicios sin romper la estructura que nos lleva hacia Dios, cómo incluirlos en un ámbito de hermanos, de caridad y amor, pero también de verdad. Se trata de decir: “Hermano, ¿cómo vamos a trabajar juntos?”.
Padre, hay que entender que una discapacidad intelectual no supone una discapacidad espiritual y, por tanto, estos niños necesitan los sacramentos.
▶ Todos tenemos cuerpo y espíritu. Una discapacidad física no quiere decir discapacidad espiritual. El deseo y la necesidad de Dios todos los tenemos. La manera de cómo lo vamos expresando es diferente.
Un niño no podrá hablar, pero contemplas su mirada y te habla. Nos han tocado niños con dedos atrofiados, sin poder hacer la señal de la cruz tan firme como nos enseñan, pero con un beso que dices… “es una expresión tan grande”. De que en algunos casos no puedan comprender y decirme todo el credo y la vida de los apóstoles, no quiere decir que no abracen la Cruz con gran reverencia.
Son formas diferentes de ir comprendiendo, de ir entendiendo este misterio de fe. Pero las expresiones, a veces tan pequeñas y sencillas, nos hacen entender lo que ellos se han abierto a esta experiencia y por eso se quita eso de “pobrecito”.
No es una atrofia espiritual, es simplemente hacerles llegar esta vida de fe, hacerles vibrar como ellos lo necesitan. Ir a su realidad, a la que todos siempre necesitamos: el encuentro con Dios.
Más del equipo
- Brenda Leal Hernández: responsable del área de ciegos.
- Itzuri Rosales Heras: responsable de sordos
Redes sociales
- Facebook: Catequesis Especial – Diócesis de Querétaro
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de noviembre de 2022 No. 1429