Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

La Estrella que guía a los Sabios o Magos del Oriente, simbólicamente preanunciada proféticamente bajo el Espíritu Santo a Balaán: “Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, de Israel surge un cetro…” (Núm 24, 17). Esto lo confirmamos por el Apocalipsis (22, 16 b) “…Yo soy el retoño de David y su descendencia, la estrella radiante de la mañana”.

Esta estrella real los guía a través de una gracia interior hasta postrarse ante el Niño, que es el verdadero Rey de los Judíos (Mt 2, 1-12), Jesús la verdadera Estrella de Israel, Luz de las Naciones, Gloria de Israel.

A través de los Magos o Sabios del Oriente ‘la multitud de los gentiles entran en la familia de los Patriarcas’ de Israel, como lo señala San León Magno en su Sermón 23, y adquieren la ‘dignidad israelita’, como se señala en la Oración después de la tercera lectura de la liturgia de Pascua.

Más allá del contexto bíblico y de la devoción popular tan querida y apreciada sobre todo por todos los pueblos evangelizados por España y por la misma España católica, debemos leer este acontecimiento de la Epifanía o Manifestación de Jesús a todos los gentiles en su contexto actual como lo hiciera el Papa Benedicto XVI, -de felicísima memoria, en su homilía del 6 de enero del 2007. ‘…en el prefacio cantaremos: “Hoy en Cristo, luz de los pueblos, has revelado a los pueblos el misterio de nuestra salvación”. Nos señala cómo en el Concilio Vaticano II se sintió impulsado por el anhelo de anunciar a la humanidad contemporánea a Cristo, luz del mundo, ante el desafío de una civilización global. ‘Un nuevo orden mundial político y económico, opera al mismo tiempo y sobre todo espiritual y cultural, es decir, un renovado humanismo’.  El nuevo orden no funciona si no hay una renovación espiritual. Por nuestras propias fuerzas es imposible alcanzar la libertad, la justicia y la paz; necesitamos la luz de Dios.

Así los Mensajes del Concilio Vaticano II a la Humanidad lo ponen en evidencia:

  • A los los gobernante y políticos: ‘Es a vosotros a quienes toca ser sobre la tierra los promotores del orden y la paz entre los hombres. Pero no lo olvidéis; es Dios, el Dios vivo y verdadero, el que es el Padre de los hombres. Y es Cristo, su Hijo eterno, quien ha venido a decírnoslo y a enseñarnos que todos somos hermanos’ (3).
  • A los hombres de pensamiento y de la ciencia: ‘Pero no lo olvidéis: si pensar es una gran cosa, pensar, ante todo, es un deber; desgraciado de aquel que cierra voluntariamente los ojos a la luz. Pensar es también una responsabilidad: ¡Ay de aquellos que oscurecen el espíritu por miles de artificios que le deprimen, la ensoberbecen, le engañan, la deforman! Tened confianza en la fe, esa gran amiga de la inteligencia (5).
  • A los artistas: ‘Si sois los amigos del arte verdadero, vosotros sois nuestros amigos (de la Iglesia) … Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza ‘(1, 4).
  • A las mujeres: ‘Reconciliad a los hombres con la vida’( 5).
  • A los trabajadores: ‘Que ella (la Iglesia) os haga conocer a Jesucristo, vuestro compañero de trabajo, el Señor, el Salvador de toda la humanidad’( 7).
  • A los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren: ‘…la fe y la unión al Varón de dolores a Cristo, Hijo de Dios, crucificado por nuestros pecados y nuestra salvación’(4).
  • A los jóvenes: ‘… de no ceder a la seducción de las filosofías del egoísmo o del placer o a las de la desesperanza y de la nada…En el nombre de este Dios y de su Hijo, Jesús, os exhortamos a ensanchar vuestros corazones a las dimensiones del mundo, a escuchar la llamada de vuestros hermanos a poner ardorosamente a su servicio vuestras energías’ (4,5).

Como los Magos del Oriente, nos ponemos en marcha siguiendo la Estrella, la Luz en la oscuridad, para buscar la Verdad y encontrarnos con ella. Como ellos hemos de postrarnos y adorar a la Verdad encarnada, Jesucristo Luz del mundo. Es una búsqueda interior y profunda de la inteligencia, no menos búsqueda de corazón y del corazón, ‘porque solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible para los ojos’ como lo señala Antoine de Exupéry.

Adorar, como los Magos, es admirar profunda y gozosamente, en el silencio interior.

Sigamos la Estrella, Luz del Mundo: así, Jesús Niño en el portal de Belén; como adolescente en medio de los doctores de Israel; como Artesano en Nazaret; como el divino Maestro itinerante; como humillado en el tribunal inicuo; como Mesías crucificado o glorificado por la resurrección.

Los destellos de esta Estrella iluminan nuestro caminar en la vida. Si lo seguimos, es la Luz del mundo que ha venido a este mundo.

Es Jesús, la Estrella de David, la Luz de las naciones y nuestra propia y refulgente Luz.

 

Imagen de Briam Cute en Pixabay


 

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