Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

El lenguaje religioso tiene sus connotaciones singulares. Aunque se implique lo conceptual y lo teórico, sin embargo, se privilegia lo simbólico. En la Iglesia, como lo señala Mons. Mario de Gasperín (El Observador nº 1436), Obispo Emérito de Querétaro, ‘Cristo es… imagen visible de Dios invisible’, de aquí la legitimidad del culto a las imágenes en virtud de la revelación  progresiva de Dios y en virtud del misterio de su encarnación, ‘Dios se hizo hombre’; la prohibición del A.T. debe de verse en su contexto histórico y provisional, porque todavía no se encarnaba el Hijo de Dios. ‘Por eso la Iglesia, en su culto oficial, sin depreciar las imágenes, -continua Mons. Mario- prefiere y privilegia la profundidad de los símbolos’. Hay una imagen que participa de la categoría del símbolo; diríamos, es transversal a toda la Sagrada Escritura: es la imagen y el símbolo del ‘Cordero de Dios’.

El cordero de la ‘aquedah’ o de la ‘ligadura’ de Isaac; Isaac que va a ser sacrificado por su Padre Abrahán, porque Dios lleva a sus límites su entrega, y le pide esa ofrenda tan dolorosa, -el hijo de la promesa; sin embargo, Dios le sustituye por un cordero (Gn 22, 7-8); perdonó a Isaac, pero nos ha ofrecido la vida de su Hijo (cf Rom 8, 32).

Cuando salieron de Egipto los hebreos sacrificaron un cordero y con su sangre pintaron los dinteles de las puertas de sus casas y el ángel exterminador pasó de largo sin herir a los primogénitos (cf Ex 11, 2-14); por mandato del Señor deberán de conmemorar el hecho de su libertad con la cena del cordero pascual cf Ex 12, 1-10); es el cordero que les señala los pasos de la libertad.

El profeta Jeremías lleva la imagen del cordero a su propia experiencia personal ‘es como un manso cordero llevado al matadero’ (Jr 11, 19).

En el Segundo o Deútero Isaías presenta al Siervo de Yahvéh como Cordero: ‘Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y quebrantado por nuestros crímenes. Sobre él recayó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas fuimos curados. Todos andábamos errantes como ovejas, cada cual, por su camino, y el Señor hizo caer sobre él toda nuestra iniquidad. Oprimido y humillado, se mantenía en silencio. Como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca’ (Is 53, 5-7).

El encuentro de Felipe y el Etíope es significativo en este sentido del pasaje de Isaías; Felipe le explica quien es el Cordero a la luz del Evangelio, y se hace bautizar ( cf Hech 8, 36-40).

Juan el Bautista refiriéndose a Jesús, lo señala como ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’; el pecado que tiene el alcance de oponerse a Dios (Jn 1, 29).

La Tradición y la Liturgia católicas, identifican al verdadero Cordero de Dios, al Cordero pascual, con Cristo Jesús inmolado y glorificado.

Por citar un ejemplo del Nuevo Testamento, san Pablo exhorta a los fieles cristianos de Corinto a vivir como panes ázimos, ‘en pureza y en verdad’ puesto que ‘nuestra pascua, Cristo, se ha inmolado’ (1 Cor 5,7).

El Apocalipsis tiene como personaje central en el capítulo 5 al Cordero sacrificado que está de pie. Nos ofrece un contraste entre la debilidad del Cordero inmolado y el poder victorioso por su exaltación en la gloria. Cristo en su muerte redentora, al mismo tiempo es el León vencedor de la tribu de Judá: su triunfo libera al Pueblo de Dios cautivo por los poderes del mal; comparte el trono de Dios; los 4 seres celestiales y los 24 Ancianos, 12 Patriarcas y 12 Apóstoles12, lo adoran; es el Cordero digno de abrir el libro y romper los sellos, quien da sentido y valor a la Historia de la Salvación. El Cordero es quien emprende la lucha escatológica contra los poderes del mal, de los que tienen en la frente y en la mano, la marca de la bestia por el poder político y el dinero. Es el Rey de Reyes y Señor de Señores ( cf Ap 17, 14). Este Cordero tendrá sus Nupcias celestiales con su Novia, la Iglesia, es decir, la Jerusalén del Cielo.

Cordero que se hará Pastor para conducir a los fieles hacia las fuentes del agua viva de la bienaventuranza celestial (cf Ap 7, 17).

Una de las claves hermenéuticas del Evangelio de San Juan y del Apocalipsis, contemplados en profundidad es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y el Cordero sacrificado y vencedor.

Qué importante es seguir a este Cordero Dios, que es Jesús, como lo hicieron sus primeros discípulos ante el señalamiento de Juan del Bautista (cf Jn 1, 35-42) Más allá de informaciones y teorías se trata de convivir con él; no se sigue ‘algo’ se sigue a ‘Alguien’. Se trata de tener una sintonía de corazón a corazón; vivir como Él, pensar como Él, sentir como Él, mirar como Él, confiar en el Padre como Él, orar como Él, amar como Él.

Seguirlo significa que es el Cordero indefenso que un día será crucificado. Por eso su invitación no oculta lo que esto implica: ‘el que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame’. Así indefensos como Él y en espera de la crucifixión como Él.

Por eso es necesaria una experiencia viva y profunda con Él.

No se puede llevar una vida anodina, sin rumbo, vegetando y como pasotas. Él nos abre horizontes nuevos para vivir diferente y como personas elevadas por la gracia, por el Amor de Dios.

Qué importante es sentirnos en Jesús verdaderamente acogidos y amados por el Padre Dios. Saber que guiados por Él, no se sufre en vano.

El seguimiento y la relación con el Cordero de Dios, debe de ser una experiencia de su presencia en nosotros y con nosotros.

El seguimiento de este Cordero que es Jesús, nos exige la lectura orante de los Evangelios y de la propia vida. Guardar sus palabras en lo más íntimo de nuestro corazón, al estilo de la Santísima Virgen María, quien guardaba los hechos y las palabras de su Hijo, en su corazón tierno y sensible.

En Cristo Jesús se puede vivir la verdadera libertad y la alegría interior.

Este es el Cordero que hemos de seguir para liberarnos de los egoísmos esclavizantes; seguir sus pasos, su Pascua, es caminar en libertad hacia su Reino compartido en el tiempo y después en la eternidad.

 

Imagen de Peter Colgan en Pixabay


 

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