Benedicto XVI supo perseguir su visión enfocada en reavivar la fe en un mundo que, según lamentaba con frecuencia, parecía pensar que podía prescindir de Dios.

Por Angelo de Simone

Es una realidad que el Papa Benedicto XVI no tuvo un pontificado fácil, estuvo cargado de mucha crítica, comparaciones inapropiadas y juicios a su persona desde su imagen física hasta su vestimenta Papal. Lamentablemente así somos los seres humanos: muchas veces nos enfocamos en lo secundario y no en lo verdaderamente importante, el corazón.

Tras la muerte de Juan Pablo II, era inminente que se darían las comparaciones tras la partida al cielo del Papa peregrino, dado su gran carisma, cercanía y hasta apariencia tierna. No obstante, Benedicto XVI, unos de los pontífices más ilustres y adelantados a su tiempo, logró hacer frente a tantas situaciones de la Iglesia que debían ser reformadas. Es desde allí, desde su temple alemán y su inteligencia prominente, que logró conquistar los corazones de muchos que se abrieron a la acción del Espíritu Santo.

Benedicto XVI, siendo uno de los mayores intelectuales en la historia Eclesial, siempre buscó por encima de todo, dar respuesta a la fe de la gente sencilla, siendo desde allí el momento preciso de integración de su inteligencia con su amplia caridad desde una esperanza que abrazaba corazones.

Lamentablemente, Ratzinger fue incomprendido y atacado, principalmente por aquello que no toleran que la Iglesia Católica se resista a asumir el espíritu de la mundanidad. Entre una y otra crisis, Benedicto XVI supo perseguir su visión enfocada en reavivar la fe en un mundo que, según lamentaba con frecuencia, parecía pensar que podía prescindir de Dios.

Si bien es cierto, el estilo de Benedicto XVI no podría haber sido más diferente al de su predecesor y al de su sucesor, nos dejó claro que no era un trotamundos adorado por los medios y mucho menos populista, sino que era un profesor y teólogo hasta la médula: pausado, tranquilo, pensamiento y con una mente inquieta, siempre guiado por Dios y confiado en su infinito amor.

Es una realidad alentadora que la Iglesia seguirá transitando por estos caminos de cruz y resurrección, especialmente mediante sus Pontífices: en algunos casos con aprobación, otros con rechazo, algunos momentos con escándalos y otros con grandes aciertos, no obstante, el ejemplo y testimonio de Ratzinger nos da una pista para transitar los siguientes años: somos parte de la Iglesia y por ende, somos los principales responsables de apoyarla e informarnos correctamente pero, especialmente, de confiar en la acción del Espíritu Santo que busca sanar a una Iglesia herida, muchas veces por sus propios integrantes.

No dudo que la historia y el tiempo, en unos años, le haga justicia a Benedicto XVI y reconozca su noble y ardua labor durante tantos años al frente de la Iglesia, no obstante, hasta ese momento, contemplemos con orgullo tantos testimonios ejemplares que nos dejó, siendo propulsores de su bondad y esperanza para con nuestra Iglesia. Benedicto XVI, sin duda alguna, más temprano que tarde, llegará a los altares del cielo.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 15 de enero de 2023 No. 1436

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