Por P. Fernando Pascual
En uno de los escritos de Antonio Machado, encontramos este aforismo con una especie de comentario:
“La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.
Agamenón. -Conforme.
El porquero. -No me convence”.
La frase indica simplemente que algo es verdadero lo diga quien lo diga, se trate de una persona con prestigio o de otra considerada como poco importante.
La frase, sin embargo, necesita completarse con una mirada hacia la falsedad. Quedaría, entonces, así:
“Lo falso es falso, lo diga Agamenón o su porquero”.
En otras palabras, una afirmación que vaya contra la verdad, por ser imprecisa, o por ser claramente falsa, será mentira aunque la diga un famoso científico, un economista de una de las mejores universidades, o un reconocido intelectual.
Aunque la idea parece obvia, constatamos cómo se busca acallar continuamente a los “porqueros” que intentan decir la verdad. Se les acusa de no tener títulos, de no publicar en revistas “peer review”, de tener ideas en contra de la mayoría o en contra de la “comunidad científica”.
Al mismo tiempo, vemos cómo se divulgan afirmaciones confusas, erróneas, o claramente manipuladas, porque han sido dichas por personalidades reconocidas a nivel mundial, a las que se invita una y otra vez a ofrecer sus juicios sobre el clima, sobre la economía, o sobre la gripe del próximo año.
Necesitamos acoger lo obvio de la intuición de Machado para despertar ese sano espíritu crítico que nos hace distinguir entre quién habla y qué es lo que dice, para separar verdades y mentiras.
Al mismo tiempo, hace falta desconfiar de quienes imponen censuras directas, o disimuladas, que impiden a quienes no tienen títulos ni fama ofrecer sus “verdades”, cuando en realidad dan señales de una sensatez que resulta urgente en nuestros días.
En el mundo de la información, Agamenón puede decir verdades o mentiras. Su poder y su fama no lo convierten en alguien infalible. También el porquero puede reconocer lo verdadero y comunicarlo a otros, o inventar falsedades que dañen a sus amigos en las redes sociales.
Por eso, resulta urgente aplicar un consejo que Platón atribuye a Sócrates: rechazar todo aquello que nos aparte de la verdad, y buscarla sin descanso, también con la ayuda de quienes, con o sin títulos, puedan ayudarnos a descubrirla.
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