Este 22 de febrero, Miércoles de Ceniza, el Santo Padre centró su homilía en la invitación que nos dirige el profeta Joel (2,12) cuando dice: «Vuelvan a mí de todo corazón». De esta cita bíblica, y ayudado por el rito de la Ceniza, el Pontífice dijo que esto nos introduce en este camino de regreso: “nos invita a volver a lo que realmente somos y a volver a Dios y a los hermanos”.
Por Renato Martínez – Vatican News
“La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía, en la Santa Misa con el rito de bendición e imposición de las Cenizas, con el cual se inició el Tiempo de Cuaresma. Como cada año, la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza se realizó con la procesión penitencial, el canto de las letanías de los Santos desde la iglesia de San Anselmo hasta la Basílica de Santa Sabina en Roma.
La Cuaresma es el tiempo favorable para volver a lo esencial
En su homilía, el Santo Padre recordó que, el apóstol Pablo nos ayuda a entrar en el espíritu del tiempo cuaresmal cuando afirma que, «este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación» (2 Co 6,2).
“La Cuaresma ciertamente es el tiempo favorable para volver a lo esencial, para despojarnos de lo que nos pesa, para reconciliarnos con Dios, para reavivar el fuego del Espíritu Santo que habita escondido entre las cenizas de nuestra frágil humanidad. Es el tiempo de gracia para llevar a cabo lo que el Señor nos ha pedido en el primer versículo de la Palabra que hemos escuchado: «Vuelvan a mí de todo corazón»”.
“El rito de la ceniza nos introduce en este camino de regreso, nos invita a volver a lo que realmente somos y a volver a Dios y a los hermanos”
La ceniza nos invita a volver a lo que realmente somos
Un primer aspecto que destacó el Papa Francisco fue la invitación a “volver a lo que realmente somos”. La ceniza, precisó el Papa, nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, nos reconduce a la verdad fundamental de la vida, es decir, sólo el Señor es Dios y nosotros somos obra de sus manos.
“Nosotros tenemos la vida mientras que Él es la vida. Él es el Creador, mientras nosotros somos frágil arcilla que se moldea en sus manos. Nosotros venimos de la tierra y necesitamos del Cielo, de Él. Con Dios resurgiremos de nuestras cenizas, pero sin Él somos polvo. Mientras inclinamos la cabeza, con humildad, para recibir las cenizas, traigamos a la memoria del corazón esta verdad: somos del Señor, le pertenecemos. Él, en verdad, «modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida» (Gn 2,7), es decir, existimos porque Él ha exhalado el aliento de la vida en nosotros”.
“Y, como Padre tierno y misericordioso, Él también vive la Cuaresma, porque nos desea, nos espera, aguarda nuestro regreso. Y siempre nos anima a no desesperar, incluso cuando caemos en el polvo de nuestra fragilidad y de nuestro pecado, porque «Él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo» (Sal 103,14)”
La Cuaresma es el tiempo para recordar quién es el Creador y quién la criatura
La Cuaresma, subrayó el Santo Padre, es por tanto el tiempo para que recordemos quién es el Creador y quién la criatura; para proclamar que sólo Dios es el Señor; para desnudarnos de la pretensión de bastarnos a nosotros mismos y del afán de ponernos en el centro, de ser los primeros de la clase, de pensar que sólo con nuestras capacidades podemos ser protagonistas de la vida y trasformar el mundo que nos rodea.
“Este es el tiempo favorable para convertirnos, para cambiar la mirada antes que nada sobre nosotros mismos, para vernos por dentro. Cuántas distracciones y superficialidades nos apartan de lo que es importante. Cuántas veces nos centramos en nuestros deseos o en lo que nos falta, alejándonos del centro del corazón, olvidándonos de abrazar el sentido de nuestro ser en el mundo”.
“La Cuaresma es un tiempo de verdad para quitarnos las máscaras que llevamos cada día aparentando ser perfectos a los ojos del mundo; para luchar, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio, contra la falsedad y la hipocresía. No las de los demás, sino las nuestras”
La ceniza nos invita a volver a Dios y a los hermanos
Un segundo aspecto que destacó el Papa Francisco fue recordar que, “la ceniza nos invita a volver a Dios y a los hermanos”. De hecho, si volvemos a la verdad de lo que somos y nos damos cuenta de que nuestro yo no es autosuficiente, entonces descubrimos que existimos gracias a las relaciones, tanto la originaria con el Señor como las vitales con los demás.
“Así, la ceniza que hoy recibimos en la cabeza nos dice que cada presunción de autosuficiencia es falsa y que idolatrar el yo es destructivo y nos encierra en la jaula de la soledad. Nuestra vida, sin embargo, es sobre todo una relación; la hemos recibido de Dios y de nuestros padres, y siempre podemos renovarla y regenerarla gracias al Señor y a aquellos que Él ha puesto junto a nosotros”.
“La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana”
Tres grandes vías para volver a Dios y a los demás
Pero, cómo podemos realizar todo esto, se pregunta el Santo Padre. Para completar este camino —volver a lo que realmente somos y volver a Dios y a los demás— el Pontífice indicó que hoy, se nos invita a recorrer tres grandes vías: la limosna, la oración y el ayuno.
“Como hemos escuchado en el Evangelio, Jesús nos advierte: no se trata de ritos exteriores, sino de gestos que deben expresar una renovación del corazón”.
“La limosna no es un gesto rápido para limpiarse la conciencia, sino un tocar con las propias manos y con las propias lágrimas los sufrimientos de los pobres. La oración no es ritualidad, sino diálogo de verdad y amor con el Padre. El ayuno no es un simple sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo que permanece y qué es lo pasajero”
La sinceridad del alma y la coherencia de las obras
Jesús nos hace «una advertencia que conserva también para nosotros su validez saludable: a los gestos exteriores debe corresponder siempre la sinceridad del alma y la coherencia de las obras.
“En efecto, ¿de qué sirve […] rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien y de la justicia?» (Benedicto XVI, Homilía miércoles de ceniza, 1 marzo 2006). Muchas veces, sin embargo, nuestros gestos y ritos no tocan la vida, no son auténticos, quizás los hacemos sólo para que los demás nos admiren, para recibir el aplauso, para atribuirnos el crédito”.
“Recordemos que, en la vida personal, como en la vida de la Iglesia, lo que cuenta no es lo exterior, los juicios humanos y el aprecio del mundo; sino sólo la mirada de Dios, que lee el amor y la verdad”
No quedarnos en gestos exteriores
En este sentido, el Papa Francisco invitó a ponernos humildemente bajo su mirada, entonces la limosna, la oración y el ayuno no se quedan en gestos exteriores, sino que expresan quiénes somos verdaderamente: hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
“La limosna, la caridad, manifestará nuestra compasión con quien está necesitado, nos ayudará a volver a los demás; la oración dará voz a nuestro íntimo deseo de encontrar al Padre, haciéndonos volver a Él; el ayuno será una gimnasia espiritual para renunciar con alegría a lo que es superfluo y nos sobrecarga, para ser interiormente más libres y volver a lo que realmente somos”.
Pongámonos en camino con la caridad, oración y ayuno
Finalmente, el Santo Padre exhortó a que, inclinemos la cabeza, recibamos la ceniza, aligeremos el corazón y que no desperdiciemos la gracia de este tiempo santo.
Pongámonos en camino por medio de la caridad:
“Nos han dado cuarenta días favorables para recordarnos que el mundo no se cierra en los estrechos límites de nuestras necesidades personales y para redescubrir la alegría, no en las cosas que se acumulan, sino en el cuidado de aquellos que se encuentran en la necesidad y en la aflicción”.
Pongámonos en camino por medio de la oración:
“Se nos otorgan cuarenta días favorables para dar a Dios la primacía de nuestra vida, para volver a dialogar con Él de todo corazón, no en ratos perdidos”.
Pongámonos en camino por medio del ayuno:
“Se nos ofrecen cuarenta días favorables para reencontrarnos, para frenar la dictadura de las agendas siempre llenas de cosas por hacer; de las pretensiones de un ego cada vez más superficial y engorroso; y de elegir lo que de verdad importa”.
“Fijemos nuestra mirada en el Crucificado y caminemos. Respondamos con generosidad a las llamadas fuertes de la Cuaresma. Al final del trayecto encontraremos con más alegría al Señor de la vida, al único que nos hará resurgir de nuestras cenizas”