Por Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
LOS SALMOS, ALMA DE MI ORACIÓN
Este salmo tiene dos partes; el texto hebreo o masorético (TM) considera dos salmos, donde la versión griega o de los LXX y la Vulgata, ven uno solo. Las ediciones modernas, siguen la numeración hebrea; la griega o de la Vulgata ponen el salmo entre paréntesis. En la oración litúrgica, se sigue la numeración de la Vulgata o la griega de los LXX. Aunque en este caso se pone Salmo 9 A y su segunda parte Salmo 9 B.
Es un cántico de acción de gracias: del v. 9 al 21; la celebración de victorias pasadas (v. 2-11); exhortación al agradecimiento (v. 12-17); súplica de justicia (v. 18-21).
Oración de lamentación 10, 1-la hebrea; en la versión latina Vulgata o la griega de los LXX será del 9, 22- 39–: descripción de la tribulación (v. 1-11); petición de liberación (v. 12-15); expresión de confianza (v. 16-18).
Alterna los momentos de acción de gracias, con la alabanza y las súplicas. El orante es sincero y entusiasta. Reconoce la derrota de los enemigos y el significado salvador. Reconoce también las hazañas del Señor. La salvación se describe a través de diversas imágenes: Dios es defensa, Dios hace justicia, Dios es fortaleza en la guerra. A Dios se le reconoce como rey, como juez. Dios llena de gozo al orante y de gran entusiasmo. El mal recaerá sobre el que lo comete. Él no se olvida de los pobres y de los inocentes. Dios ejerce desde Sión un gobierno universal.
El Reino de los pobres, humildes y oprimidos, se hace realidad en Cristo. “Nosotros somos dichosos por ver y oír, lo que vemos y oímos” (cf Mt 13,16-17). El Mesías de este Reino, es el Cristo de las Bienaventuranzas.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 19 de febrero de 2023 No. 1441