Por José Antonio Varela Vidal 

Hubo alguien que advertía al mundo, una década atrás, que si no se hacía algo concreto, el mar sería un cementerio para los migrantes… También puso la voz de alarma para que no se depredara la Amazonía y nos encargó ser «custodios de la creación».

Fue aquel mismo, el que aseguró que la única forma de revertir las cosas, sería con la «alegría del Evangelio» y la «fraternidad humana»…

Y quien dijo todo esto, desde su ministerio petrino, investido con la autoridad del que sirve, es el Papa Francisco, dispuesto ya a celebrar diez años que asumió la conducción de la Iglesia el 19 de marzo de 2013.

No se renuncia a evangelizar

Hace poco, el santo padre anunció que no renunciaría, pues el cargo es para siempre y que nunca se le cruzó por la cabeza hacerlo. Y después de tomar aire, se le ve muy resuelto a seguir conduciendo la barca de Pedro.

Por eso, transcurridos diez años, está sentado en una silla de ruedas -debido a una afección a la rodilla-, pero aún así, sigue viajando a los países, recibe visitantes, firma nuevos decretos para reformar el Vaticano -incluida la necesaria limpieza financiera-, mientras despide a sus opositores que van cesando por edad.

Y como «no se gobierna con la rodilla», según se ha dicho, él sigue nombrando más mujeres que le ayuden, catequiza los miércoles, tuitea todos los días, a la vez que brinda entrevistas de altísima audiencia y lectoría, donde invoca a todos, especialmente a los jóvenes, con aquel llamado que ellos entienden bien: «¡Hagan lío!».

Un magisterio de frontera

Fue más bien él, quien en este decenio «hizo lío» con sus sonados documentos, tales como sus tres encíclicas y las cinco exhortaciones apostólicas, junto a la esperada constitución Praedicate Evangelium, que reformó la curia vaticana, entre otros…

Conmueven sus cartas sobre la protección de los menores, la de San José, aquella del significado del «Belén» y la que incorpora el «Ofrecimiento de la vida», como una nueva ruta hacia la causa de canonización.

También aparecieron las autógrafas que nos hablaron de la misericordia divina o la que acorta y facilita el proceso de nulidad matrimonial; así como la reciente Desidero desideravi, sobre la necesaria formación litúrgica del Pueblo de Dios. Sumado a estas, publicó indicaciones muy justas para la creación del ministerio del catequista y la dación del lectorado y el acolitado a las mujeres.

Han sido diez años en los que le ha venido pidiendo a los católicos, que seamos más misericordiosos que justicieros y más fraternos que impermeables, aún con los que no creen en lo mismo e incluso frente a los perseguidores.

Mientras tanto, insiste en un solo mensaje, dirigido a cada cristiano: que dejemos de «balconear» y «salgamos» a evangelizar, hasta que se «gaste la suela del zapato».

 


 

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