Hace un par de semanas, la presidencia en pleno de los obispos mexicanos se entrevistó con el Papa Francisco en su despacho vaticano. Fueron a preparar la visita ad limina de los obispos de México al pontífice argentino. Sobre esta visita y sobre los diez años de la elección del Papa, habla el secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro.
Por Jaime Septién
Monseñor, usted acaba de visitar –junto con el Consejo de Presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano—al Papa Francisco. ¿Cómo lo encontró?
▶ Nos habían dicho que quizá se suspendería nuestra audiencia porque estaba resfriado. Sin embargo, lo encontramos muy, muy bien. De buen humor, sin ningún síntoma de resfriado. Nos trató como siempre, con gran fraternidad, con cariño, poniendo mucha atención a lo que cada uno de nosotros dijo. Le presentamos aspectos de la realidad de México. Está sumamente interesado en saber cómo va la situación del país: migración, situación social, violencia, se habló, también del Sínodo.
Nos animó a seguir trabajando con ánimo para responder a los desafíos tan grandes que enfrenta la Iglesia en nuestro país.
¿Qué recuerdo tiene el Papa de su visita pastoral a México hace siete años? ¿Qué resultados hubo de esa visita entre el episcopado mexicano?
▶ El Santo Padre tiene en su memoria la respuesta y la vivencia con el pueblo de México. Fue tan intenso el cariño y el respeto del pueblo mexicano que quedó grabado en su corazón. Para nosotros, los obispos, el eco más grande de su visita fue lo que nos solicitó de manera tan importante: realizar un plan pastoral nacional. Tras su visita (febrero de 2016), nos dedicamos a trabajar por dos años y de ahí nació el Proyecto Global de Pastoral, realizado bajo la metodología del “ver, juzgar y actuar”.
¿Qué descubrieron en este proceso?
▶ En el “ver” hacemos un resumen realista de la situación que vive la Iglesia en México, con una capacidad de autocrítica bastante considerable.
Igualmente, en una reflexión del magisterio, qué es lo que la Palabra de Dios nos dice para llegar a una tercera parte, con propuestas muy concretas. El Proyecto Global de Pastoral que surgió de este proceso tiene la intención de guiarnos hacia 2031 y 2033 que son dos fechas clave: en 2031 celebraremos el Quinto Aniversario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y en el 2033 los dos mil años de la Redención. Lo que proponemos es iluminar los planes diocesanos y pastorales. No imponer, sino iluminar.
¿Qué balance haría usted de estos primeros diez años del pontificado de Francisco?
▶ No es fácil responder a esto. Lo primero que puedo afirmar, con todo el corazón, es que el Espíritu Santo verdaderamente nos permite tener al sucesor de Pedro que se necesita para el tiempo que estamos viviendo.
El Papa Francisco ha sabido responder a los desafíos y retos tan fuertes que tiene la Iglesia en este mundo postmoderno, en este mundo relativista, en esta crisis antropológica tan fuerte que está viviendo el ser humano. Uno de los elementos que yo creo, personalmente, habrán de ser recordados y que ya han dado resultados importantes, es la lucha contra el cáncer de la pedofilia. Todo lo que él ha determinado, lo que ha escrito y exigido nos ha permitido ir sanando.
Si usted tuviera que escoger algún elemento indispensable para señalar esta década, ¿con qué se quedaría?
▶ Es importante la reforma a la Curia Romana y todo lo que ha implicado para la purificación de algunos aspectos quizá muy humanos. Y de las encíclicas, destaco “Laudato Si’”, decisiva no sólo para la Iglesia católica, sino para el mundo seglar y, particularmente, el mundo académico y universitario. También la encíclica “Fratelli tutti”, para un emplazamiento a la fraternidad y la amistad social, en vías a la reconstrucción de un mundo herido que está viviendo –como dice el Papa una Tercera Guerra Mundial “en pedacitos”. Esta hermosa encíclica nos brinda claves para recuperar la dignidad humana y buscar lo común y lo importante.
¿Qué podemos esperar de la conclusión del Sínodo sobre la Sinodalidad para el futuro de la Iglesia católica universal y de la Iglesia que peregrina en México?
▶ Ya el proceso que se está viviendo nos ha recordado la esencia de la Iglesia: la Iglesia es Sínodo. No es una moda que ha venido a traer el Santo Padre, sino la naturaleza misma de la Iglesia que camina en conjunto. Creo que hacer conciencia de ello ha sido fundamental. Traerá frutos abundantes. Por ejemplo, el hecho de que la Iglesia en México haya terminado ya la etapa del Sínodo nacional camino hacia el continental y hacia el Sínodo universal, nos ha permitido hacer una síntesis de los trabajos de las diócesis y con ello presentamos con una visión autocrítica de la realidad que estamos viviendo como Iglesia en el país.
¿Qué hay detrás de esa autocrítica?
▶ Algo que es muy propio de la prédica del Papa Francisco… Nos hemos dado cuenta del clericalismo que nos hace tanto daño; de esta crisis antropológica que también toca a la Iglesia en México. Tenemos que darnos cuenta de que los desafíos implican no “quedarnos dormidos en nuestros laureles” y buscar que el laico se dé cuenta de la importancia que tiene en este momento histórico, darles a ellos el lugar que les corresponde. A los obispos nos ha hecho tener conciencia de este tema.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de marzo de 2023 No. 1444