Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
Vivimos en una civilización de apariencias, donde todo lo que relumbra es oropel. Con decir a ustedes que falsificamos hasta las falsificaciones.
Por nuestra diaria comida pasan el café descafeinado, el chocolate sin pizca de cacao, la crema descremada, la naranja sin gota de naranja, el caldo de pollo químico, y de postre caramelos sin azúcar.
La estética falsaria y su hermana mayor la cirugía plástica convierten a la mujer mexica racialmente de pelo oscuro y lacio, tez morena y ojos negros, en una rubia de semicategoría, platinada y ensortijada, con unos increíbles ojos azules gracias a algún aditivo artificial. Mundo de apariencias. El bisoñé para los calvos, la nariz de escultura griega una vez recortada la pirámide sobrante, tinturas y lápices de color, injerto de cabellos, el restirado de la piel para disimular arrugas. Todo sea por conseguir un nuevo look.
Recuerde usted el discurso del líder que convierte la oratoria en demagogia por cifrarse en la mentira o en la verdad a medias. Y la corrida de toros en la que trotan mansos novillos de cuernos afeitados. Y la publicidad boquifloja que crea de la nada, racimos de cantantes, artistas, misses, reinas, galanes, diosas y demás fauna de pacotilla.
Hay falsificaciones más profundas, como el soltero que ejerce sin título de casado. La señorita que es señora. La viuda alegre, el empleado bancario de día y asaltador de noche. El honrado comerciante que roba sutilmente a la clientela. La doble vida y la doble moral.
Eso que la gente llama “educación” a lo que apenas es urbanidad, surge como el reino de la mentira, aun en la más refinada socialité: Qué gusto verle a usted por su casa (pero de dientes para afuera); Usted es un encanto (traducción literal: usted es un desencanto); A los pies de usted, señora (pero el caballero no se tiende en la alfombra para nivelarse con los pies de la dama). Este mundo de cara-vanas y de cumpli-mientos. Vanidad y mentira.
Al caer el muro de Berlín, apareció la gran mentira del socialismo real que, después de ostentarse por largos años como el paraíso de la justicia social y el reino de la abundancia, tuvo que confesar su fracaso político y económico.
Frente a una civilización que nos da gato por liebre, porque le importa más el artificio que el arte, la mentira que la verdad y el parecer que el ser, tenemos que oír la amonestación de Sócrates que viene del fondo de los siglos como anillo al dedo para el siglo actual: Sé lo que eres.
Artículo publicado en El Sol de San Luis, 25 de enero de 1992.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de febrero de 2023 No. 1442