Por P. Fernando Pascual

En diversos Diálogos de Platón se contraponen estos dos términos: apariencia y realidad.

La apariencia suele tener una connotación negativa, por el hecho de que puede apartarnos de la verdad, sobre todo cuando engaña a quienes la aceptan como si se tratase de algo verdadero.

La verdad, por su parte, tiene una connotación positiva. Solo quien conoce la verdad puede orientarse bien en la propia vida y afrontar las diversas situaciones que se le van presentando.

Algunas apariencias, como se explica en el Gorgias escrito por Platón, crean la ilusión de alcanzar salud o justicia, cuando en realidad abren espacio a la falta de salud y a la injusticia.

En este cuadro general se comprende la fuerte crítica que ofrece Sócrates contra aquel tipo de retórica que crea persuasión (basada en apariencias) sin ofrecer ciencia. Es decir, que provoca en la gente la ilusión de saber cuando no han alcanzado la verdad.

Una persuasión basada en apariencias resulta sumamente frágil y es, además, peligrosa, pues puede conducir, si ofrece una mentira bajo el ropaje de la verdad, a daños más o menos graves.

En cierto sentido, el esfuerzo de la buena filosofía consiste en ayudar a los hombres a alejarse de aquellas apariencias que estén fuera de la verdad, como las que con tanta frecuencia se difunden como “fake news” en el inmenso mundo digital.

Gracias a esa buena filosofía fomentar esa apertura de mente que resulta tan necesaria a la hora de emprender una búsqueda seria del auténtico saber, ese que nos acerca, aunque solo sea un poco, hacia verdades que guían los pensamientos y que permiten decisiones orientadas al bien auténtico.

 

Imagen de Adina Voicu en Pixabay


 

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