Por P. Fernando Pascual

Sócrates estaba convencido de que los hombres buscamos continuamente los consejos de otros, sobre todo en los momentos de mayor peligro y necesidad.

También sabía que en momentos de bonanza hay una excesiva confianza y una despreocupación, hasta el punto de que no se escucha a quienes pueden ofrecer buenos consejos.

Un breve texto que recoge Jenofonte sintetiza esta idea, que en cierto modo aparece también en varios Diálogos de Platón. El texto se ofrece en la obra Recuerdos de Sócrates (o Memorables), 3,5,5-6.

Al inicio del texto, Sócrates afirma: “Creo que en este momento la ciudad está en una disposición más propicia para un hombre de bien que asuma el mando, pues la confianza engendra descuido, indolencia e indisciplina, mientras que el miedo nos hace más atentos, más voluntariosos y más disciplinados”.

A continuación, compara lo que ocurre en la ciudad con un fenómeno que se da con frecuencia en los barcos: “mientras no hay miedo de nada, los marineros son todo indisciplina, pero cuando temen una tormenta o al enemigo, no solo cumplen todas las órdenes sino que incluso están callados a la espera de órdenes, como hacen los coristas”.

El caso de los marineros es paradigmático. Cuando la travesía transcurre plácidamente, muestran poco interés por lo que diga el capitán y los entendidos. En cambio, la situación de peligro despierta el deseo de tomar las mejores decisiones, lo cual explica la plena atención hacia quienes se suponen que tienen mejores conocimientos.

Esta idea socrática conserva una sorprendente actualidad en un mundo donde giran tantas opiniones, donde muchos tienen poco interés por problemas fundamentales, y donde las situaciones de crisis generan ansiedad y búsqueda de “especialistas” que ofrezcan indicaciones eficaces.

La experiencia humana se construye precisamente desde la continua búsqueda de quienes nos ayuden en los momentos problemáticos y en los temas más importantes. A través de esa búsqueda se espera ver mejor las cosas gracias cuando encontramos a quienes tendrían un mayor conocimiento de la verdad.

Por eso, y a pesar de que el relativismo cuenta con “buena salud”, dejamos de ser relativistas cuando necesitamos escuchar a otros para iluminar nuestra mente y guiar nuestra voluntad hacia decisiones que, basadas en la verdad, nos lleven a superar los problemas más serios y a orientarnos hacia aquello que sea realmente beneficioso.

 

Imagen de Silviu on the street en Pixabay


 

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