Por Sergio Ibarra

El Vaticano considera a san Marcos como el taquígrafo nada más y nada menos que de san Pedro. Su Evangelio, el más compacto de los cuatro, se estima fue escrito entre los años 50 y 60. Se supone que nació en una familia acomodada. Se sabe de él en la Biblia en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas de san Pablo. Fue colaborador de los dos grandes que dieron vida a la Iglesia Católica, el apóstol san Pedro y el cobrador de impuestos convertido por Jesús, san Mateo. No fue discípulo directo de Jesús.

Estudiosos de la Biblia identifican que en su casa fue la última cena con los apóstoles y que era el muchacho que siguió a Jesús después del arresto en el huerto de Getsemaní y que huye desnudo cuando los que apresaron de Jesús intentan ir tras él. Un 24 de abril los paganos lo arrastraron por las calles de Alejandría. Al día siguiente recibiría el mismo tormento, fieles salvaron sus restos. En el año 828 fue trasladado por dos mercaderes a su gran morada la catedral de san Marcos en Venecia. En el año 1,071 fue elegido el patrón de Venecia.

Se le celebra el 25 de abril el día en que perdió la vida en manos de perseguidores, igual que sus maestros Jesús, Pedro y Pablo. Son unas cuantas sus referencias en las escrituras, se sabe que su nombre original fue Juan. Su Evangelio, el segundo, contiene la predicación de Pedro, de manera que es una fiel descripción de los hechos. Desde su título: El Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios (Marcos 1:1) deja su legado, la relevancia de ser un seguidor de Jesús. Su escritura deja ver aspectos humanos de Jesús, detalles por la intensa convivencia con el apóstol Pedro y una preocupación cronológica con citas de los tiempos, que le da un orden a su narrativa.

Un testigo de la fe, discípulo de los primeros discípulos, de resaltarse cuando se lee su Evangelio el aprendizaje de lo que implica ser seguidores de Jesús, el estar dispuesto a hacer sacrificios; negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirlo (Marcos 8:34) Igual resulta aleccionante la narración del centurión romano que dice: “verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Marcos 15:39) ¿Qué vio? Un cadáver colgado en una cruz, un hombre torturado, golpeado, no vio un milagro, no vio el poder de Jesús. San Marcos describe la escena desde los ojos romanos, sí el perseguidor, maltratador, pero que, a pesar de ello, este hombre tenía fe.

Nos dejó un legado con su propia vida de lo que significa la decisión de ser seguidores de Jesús, pero en serio, no por encima. Lo celebramos en estos días, incluida la Feria de san Marcos, pertinente tener presente su ejemplo de haber tenido esta histórica iniciativa y el valor de darse a la tarea de narrar la vida de Jesús, desde su bautismo hasta su muerte.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de abril de 2023 No. 1451

Por favor, síguenos y comparte: