Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa

No se trata de defender una simple letra del alfabeto, sino la lengua que hablamos más de 350 millones de hombres, como la cultura que esta lengua supone. La Comunidad Europea que congrega a las doce naciones culturalmente más avanzadas de la Tierra, decidió uniformar los teclados de los ordenadores suprimiendo la eñe, exclusiva de la lengua española. Tan específica y autónoma, que esta letra no existe en otras lenguas europeas, según la sustituyen por gn, ny, nh.

España, que lleva la eñe en el mismo corazón de su nombre, reaccionó con valentía contra la desatinada mutilación de su lengua y contra el despropósito de querer uniformar lenguas y culturas. Este año de 1993, el gobierno español expidió un decreto que prohíbe la venta de teclados que carezcan de la eñe y obliga la inclusión de esta letra en computadoras y máquinas de escribir.

¿No deberían hacer lo mismo, y cuanto antes, México y las naciones hispanohablantes para defender la lengua oficial y evitar que sea degradada por seudo-avances de la tecnología? No puede haber progreso sin tradición, ni desarrollo sin raíces.

El hecho es que en México se venden a porrillo teclados sin la letra eñe, con lo que se acaban, entre otras bellas realidades, los niños, los sueños, las señoritas y los buñuelos. Quitamos la eñe y sobreviene la confusión, ya que, al decir canas, no sabemos si son cañas o canas; o al escribir “el señor se puso sus monos”, ignoramos si se refiere a moños o changos domesticados.

Los bancos del país, con honradas excepciones, han destruido numerosos apellidos y derrumbado bosques genealógicos, según los estados de cuenta están a favor de Yanez, Núnez o Carreno, inexistentes en la realidad y en la fotocredencialización. El suscrito que habla —como decía un alcalde de pueblo, se quedará con una triste Pena (losa).

De suprimir la eñe, si nos dejamos de los nuevos conquistadores, tendríamos un castellano ininteligible, como los ejemplos que puso Gerardo de la Torre: “Los ninos pequenos toman un bano por la manana y las ninas juegan con sus munecas todo el ano”.

No se trata de defender una letra ene con una rayita encima, sino “un sonido que goza de plena soberanía, que expresa un matiz muy claro venido del fondo de una lengua que luce entre las principales y de mayor futuro en el mundo”, según advierte Mario Vargas Llosa.

Y Pablo Neruda: “Son las palabras las que cantan, las que suben y bajan. Me prosterno ante ellas. Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito. Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío, qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos. Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se lo llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras”.

Publicado en El Sol de México, 19 de agosto de 1993; El Sol de San Luis, 21 de agosto de 1993.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de junio de 2023 No. 1459

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