Hoy 20 de junio y Día Mundial del Refugiado la Red CLAMOR ha pedido a los gobiernos de la región a evaluar los marcos legales e institucionales de refugio, “a luz del principio pro persona humana”.
Por Maria Camprodon – Vatican News
“Es indispensable realizar acciones que prevengan el surgimiento de nuevas crisis y en iniciativas que activen o reactiven procesos de paz para poner fin a las ya existentes”, así lo ha declarado la Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas (CLAMOR), en el comunicado que ha hecho público hoy 20 de junio y Día Mundial del Refugiado.
Necesidad de procesos eficaces frente la migración
En su mensaje, la red eclesial se ha dirigido particularmente a los gobiernos y políticos para que “se comprometan a dotar a las institucionales nacionales de refugio de los recursos que necesitan para procesar eficaz y expeditamente las solicitudes de reconocimiento de la condición de refugiado en la región”, y a que lo hagan en la reunión del Proceso de Quito, programada los próximos 22 y 23 de junio en Brasilia, donde también asistirán especialistas de las Comisiones Nacionales para las Personas Refugiadas.
Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), “este mes se alcanzó la cifra histórica de 110 millones de personas que se encuentran en situación de desplazamiento forzado”, de estas, “2 de cada 5 nuevas solicitudes de refugio en el mundo se presentan en la región [Latinoamérica y Caribe]”. Frente al incremento de las migraciones forzadas a nivel nacional e internacional, CLAMOR ha manifestado “que es un deber para todos los actores relevantes redoblar esfuerzos para atender de forma integral y humana las necesidades de las personas que se encuentran en esa situación, en el mundo y particularmente en América Latina y el Caribe”.
Una red de redes
La Red Eclesial Latinoamericana y Caribeña de Migración, Desplazamiento, Refugio y Trata de Personas, es una “red de redes” adscrita al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que estructura y enlaza las organizaciones de la Iglesia en América Latina y el Caribe que trabajan para proteger, acoger, promover e integrar a los migrantes, desplazados, refugiados y víctimas de trata, “siendo testigos de una Iglesia misionera, sinodal, en salida y que camina con los empobrecidos y excluidos”.