No olvidemos que todos jugamos el papel de educadores, por eso, seamos cuidadosos con lo que decimos, pero, sobre todo, con lo que hacemos.

Por Mónica Muñoz

El 15 de mayo se festejó en México el día del maestro, obviamente, tomando en cuenta a todos los hombres y mujeres que dedican su vida a la educación de niños, adolescentes y jóvenes que asisten a las escuelas y colegios de nuestro país. Eso me hizo reflexionar en que, probablemente, estemos viviendo también una escasez de personal verdaderamente comprometido con los hijos de los demás, o por lo menos eso supongo por el bajo nivel con que salen desde la primaria hasta la universidad los estudiantes.

Por supuesto, no generalizo, hay grandes ejemplos de profesionales de la educación completamente entregados a su labor docente. Pero también existen aquellos que nada más buscan obtener un sueldo, aunque sus pupilos no aprendan en el proceso.

Sin derecho a corregir

Y reitero un punto que me parece importante destacar: los maestros hacen un gran esfuerzo para estar frente a los grupos porque resulta que ahora los niños, adolescentes y jóvenes han perdido el respeto por sus mayores, sin importarles la posición en la que se colocan ellos y obligan a los maestros a estar, pues ahora resulta que corregir a los niños es agredirlos. Claro que, antiguamente, hubo muchos excesos en las escuelas, porque también es cierto que los maestros abusaban de su posición cuando perdían la paciencia. Algunos, quiero que quede claro, no todos.

Actualmente, esos tratos son inadmisibles, pero también es cierto que se ha avanzado en la pedagogía y la didáctica, agregando que la psicología también forma parte importante en el proceso de enseñanza por lo que es posible encontrar escuelas que se especialicen en ayudar a niños con requerimientos particulares.

Por otro lado, una maestra me platicaba su experiencia en una escuela pública: a los jóvenes de ahora ya no puedes llamarles la atención porque puede ser peligroso, me dijo, y ante mi expresión de sorpresa, mencionó que los más dañados son los de primer ingreso, aquellos que tienen entre 14 y 16 años, porque llegan protegidos por pertenecer a grupos delictivos. ¡Qué tristeza sentí! Y a la vez, un sentimiento de enojo e impotencia, porque lógicamente, pensé, y mientras tanto, ¿qué harán sus padres, sabrán a qué se dedican sus angelitos? ¡Qué pesadas cuentas rendirán ante Dios por esos muchachos que se están perdiendo en los vicios y en el mal camino!

Poner el ejemplo

Porque, si bien la escuela es fundamental para la formación de los chicos, no debemos ignorar que la fuente principal de la educación formal en los menores es el hogar. Todos los adultos que nos relacionamos con personas más jóvenes que nosotros, tenemos el deber moral de darles buen ejemplo, porque resulta ser que, muchas veces por cariño y afinidad con nosotros, los pequeños quieren imitarnos. Tengo en casa una pequeña sobrina de tres años que ha aprendido a ser bastante independiente, gracias a que observa que todos los adultos que la rodeamos siempre estamos activos, por eso quiere ayudar en todo lo que nos ve hacer: barrer, regar las plantas, preparar el agua de limón, poner la ropa a lavar, cocinar, en fin, que para ella todo representa una oportunidad para aprender y participar, por eso procuramos explicarle lo que tiene que hacer e insistimos en que lo haga con precaución.

Y, por supuesto, cuidamos nuestras palabras y el trato que nos damos, sabedores de que nos observa y hará lo mismo que nosotros. Obviamente, resulta una delicia escucharla y verla, porque es graciosa e inteligente, como cualquier niño que entiende cuánto lo ama su familia. Y por eso, estoy segura de que en pocos años será una jovencita con valores morales y cristianos bien fundamentados, porque sus padres y sus parientes cercanos estamos trabajando juntos para que así sea.

No olvidemos que todos jugamos el papel de educadores, por eso, seamos cuidadosos con lo que decimos, pero, sobre todo, con lo que hacemos. El futuro de nuestros hijos depende de la educación que les demos.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de junio de 2023 No. 1456

Por favor, síguenos y comparte: